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La
eutanasia examinada. Perspectivas
éticas, clínicas y legales
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John
Keown (compilador)
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Romerías
En
las afueras de Pamplona hay un convento que tiene la capilla abierta
al público. La gente del barrio acude, sobre todo a la Misa del
domingo. También yo, desde que Ter me enseñó el
lugar, he ido de vez en cuando a rezar. Me gusta el sitio porque es
de fácil acceso y hay una bonita imagen de Nuestra Señora:
la Virgen del Río. Solemos ir algún domingo después
de la Misa para no coincidir con demasiada gente. De camino rezamos
la primera parte del rosario. Paso con una rampa que hay allí
mismo y ante la imagen rezamos la parte del día con las letanías.
Mientras tanto oímos que atrás, en el coro, defendidas
por una reja, las monjas también rezan. Alguna vez se las ve
según salimos. Casi no nos detenemos y volvemos a Aralar rezando
la última parte. Es una romería privada y breve. Como
mucho vamos cinco: los que cabemos en la furgoneta. Cada uno sabrá
qué intenciones ha puesto en cada parte del rosario, en cada
misterio, en cada avemaría. Porque es claro que un avemaría
da puede dar para mucho.
Por
lo fácil que me resulta, he visitado la Virgen del Río
más que ninguna otra imagen, aunque también voy mucho
últimamente a la ermita del campus, desde que construyeron la
rampa de acceso que hace posible evitar las escaleras. Varias veces
hemos estado en Santa María la Real de Nájera, aprovechando
las visitas a Huércanos con Jorge, o la maravillosa iglesia de
Santa María en Laguardia. Y, recordando rápidamente, me
vienen a la cabeza otras romerías: a Nuestra Señora de
Jerusalén en Artajona, a Nuestra Señora de Arántzazu
cerca de Oñate, a Izaskun en Tolosa, al Pilar en Zaragoza, a
Nuestra Señora de Torreciudad y otras más. Sin olvidar,
por supuesto, Lourdes, adonde voy cada verano desde San Sebastián.
En la peluquería
Los
hermanos Sádaba Santiago y Jesús María
son los dueños y únicos trabajadores de la peluquería.
Conecté con ellos al primer intento, cuando quise cortarme el
pelo al poco de instalarme en Aralar. Desde entonces siempre he ido
allí. Parece como si fuera una peluquería diseñada
a mi medida. Está cerca de casa y tengo muy fácil el acceso.
Aparcando en el paso de cebra de la esquina, con la puerta trasera hacia
la acera, se puede desplegar la rampa y así bajo a pocos metros
de la entrada. Luego, salvo con facilidad un escalón mínimo
y ya estoy dentro. Es habitual que haya un escalón normal a la
entrada de los establecimientos o de las viviendas y con frecuencia
debo utilizar las rampas. En esta peluquería es tan pequeño
que lo supero sin problemas.
Desde
el primer día se vio que lo más práctico era retirar
a un lado el sillón que suelen emplear, para así poder
aparcar mi silla frente al espejo. Luego se quita el mando para el control
y el cabezal y da la impresión de que me cortan el pelo sentado
como los demás.
Para
la salida lo tengo también fácil porque la furgoneta se
queda aparcada en el paso de cebra. No hay problema, pues tenemos una
autorización municipal la dejamos visible que permite
aparcamientos irregulares a coches de inválidos.
Una noticia en Redacción
La
Universidad de Navarra edita un periódico cuatro veces al año
con las noticias más sobresalientes del mundo universitario.
Se llama Redacción. El caso es que aparecí en uno de los
números: allí se anunciaba que volvería próximamente
a dar clase tras el accidente.
La
noticia de Redacción la difundió una agencia de noticias
nacional y, a partir de ahí, comenzaron a llamarme desde algunos
periódicos y cadenas de radio y televisión. Yo no he movido
un dedo, pero tampoco he puesto pegas para hablar en los medios de comunicación
sobre lo que pienso de Dios, de la vida, de mí mismo, de los
que ayudan a los enfermos...
En
el ambiente de los medios de comunicación estaba muy presente
la eutanasia y su posible despenalización. La televisión
y la prensa habían difundido comentarios de algunas personas
que deseaban morir por padecer enfermedades incurables y también
algunos otros contrarios a la legalización. Era es todavía
un tema candente que me afectó sin pretenderlo, aunque me pareció
muy bien tomar parte personalmente en el debate.
Una
de mis primeras "intervenciones" tuvo lugar en un programa de Radio
Nacional. Se llamaba "Cruce de Caminos". Se trataba de una mesa redonda
sobre la eutanasia, con testimonios a favor y en contra de su despenalización.
Grabamos el programa en Pamplona: durante media hora charlamos un padre
de familia que tiene un hijo deficiente, un prestigioso jurista, un
profesor de ética, un médico, un miembro de la "Asociación
pro Derecho a una Muerte Digna" que era el único partidario
acérrimo de la eutanasia y yo. Mi intervención fue
breve, aproximadamente en estos términos:
¿Cuáles
son las razones para que usted quiera seguir viviendo?
Las
razones que me llevan a mí a amar profundamente la vida, aparte
de razones humanas, que también podría expresarlas, ante
todo son razones de tipo sobrenatural. Es decir, entiendo que la vida
de cualquier persona es una vida que tiene mucho que ver con la vida
de Dios. Una vida llamada a la eternidad, una vida, en definitiva, de
un hijo de Dios. Y eso por el puro hecho de ser una vida humana. Sobre
todo, si es la vida de un ser bautizado.
Don
Luis, sí; pero cuando los argumentos de la fe fallan, cuando
esa fe no existe, ¿qué razones quedan para seguir viviendo
en su situación?
Bueno,
habría que ver entonces en esa persona qué tipo de razones
son las que tiene, porque si dice que es una persona humana y valora,
por ejemplo el amor, o valora lo que tiene que ver con el nivel de la
inteligencia, de la libertad, también se podían aducir
razones de este tipo.
¿Usted
se cree capacitado para poder convencer a alguien en su misma situación
para que desista de su intención de pedir la muerte?
Bueno,
yo no tengo la seguridad de conseguirlo, desde luego. Pero lo que sí
me gustaría muchísimo sería hablar con esa persona,
escucharla, tratar de poner todo lo que pueda de mi parte para lograr
que esa persona se anime a vivir. Porque, desde luego, es una empresa
que pienso que vale la pena: lograr que una persona viva en plenitud.
Creo que es una empresa por la que valdría la pena agotarse hasta
emplear en esto las últimas fuerzas.
Durante
la grabación me sentí a gusto, tranquilo, en buena medida
por el ambiente grato y normal que se respiraba entre la gente del estudio,
que procuró facilitarme las cosas cuanto pudo.
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