VI ESTACIÓN
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS

        V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
        R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

        La Verónica no aparece en los Evangelios. No se menciona este nombre, aunque se citan los nombres de diversas mujeres que aparecen junto a Jesús. Puede ser, pues, que este nombre exprese más bien lo que esa mujer hizo. En efecto, según la tradición, en el camino del calvario una mujer se abrió paso entre los soldados que escoltaban a Jesús y enjugó con un velo el sudor y la sangre del rostro del Señor. Aquel rostro quedó impreso en el velo; un reflejo fiel, un "verdadero icono". A eso se referiría el nombre mismo de Verónica. Si es así, este nombre, que ha hecho memorable el gesto de aquella mujer, expresa al mismo tiempo la más profunda verdad sobre ella.

        Un día, ante la crítica de los presentes, Jesús defendió a una mujer pecadora que había derramado aceite perfumado sobre sus pies y los había enjugado con sus cabellos. A la objeción que se le hizo en aquella circunstancia, respondió: "¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues una obra buena ha hecho conmigo (...). Al derramar este ungüento sobre mi cuerpo, en vista de mi sepultura lo ha hecho" (Mt 26, 10.12). Las mismas palabras podrían aplicarse también a la Verónica. Se manifiesta así la profunda elocuencia de este episodio. El Redentor del mundo da a Verónica una imagen auténtica de su rostro.

        El velo, sobre el que queda impreso el rostro de Cristo, es un mensaje para nosotros. En cierto modo nos dice: He aquí cómo todo acto bueno, todo gesto de verdadero amor hacia el prójimo aumenta en quien lo realiza la semejanza con el Redentor del mundo.

        Los actos de amor no pasan. Cualquier gesto de bondad, de comprensión y de servicio deja en el corazón del hombre una señal indeleble, que lo asemeja un poco más a Aquél que "se despojó de sí mismo tomando condición de siervo" (Flp 2, 7). Así se forma la identidad, el verdadero nombre del ser humano.

ORACION
        Señor Jesucristo, tú que aceptaste el gesto desinteresado de amor de una mujer y, a cambio, has hecho que las generaciones la recuerden con el nombre de tu rostro, haz que nuestra obras, y las de todos los que vendrán después de nosotros, nos hagan semejantes a ti y dejen al mundo el reflejo de tu infinito amor. Para ti, Jesús, esplendor de la gloria del Padre, alabanza y gloria por los siglos.

        R/. Amén.

Todos: Padre nuestro...

Canto: La Madre Dolorosa estaba llorando junto a la Cruz de su Hijo crucificado.

estaciones

siguiente