VII ESTACIÓN
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

        V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
        R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

        "Y yo gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo" (Sal 22 [21] 11, 7). Vienen a la mente estas palabras del salmo mientras contemplamos a Jesús, que cae por segunda vez bajo la cruz.

        En el polvo de la tierra está el Condenado. Aplastado por el peso de su cruz. Cada vez más le fallan sus fuerzas. Pero, aunque con gran esfuerzo, se levanta para seguir el camino:

        ¿Qué nos dice a nosotros, hombres pecadores, esta segunda caída? Más aún que de la primera, parece exhortarnos a levantarnos, a levantarnos otra vez en nuestro camino de la cruz.

        Cyprian Norwid escribe: "No detrás de sí mismos con la cruz del Salvador, sino detrás del Salvador con la propia cruz". Sentencia breve pero que dice mucho. Explica en qué sentido el cristianismo es la religión de la cruz. Deja entender que cada hombre encuentra en este mundo a Cristo que lleva la cruz y cae bajo su peso. A su vez, Cristo, en el camino del Calvario, encuentra a cada hombre y, cayendo bajo el peso de la cruz, no deja de anunciar la buena nueva.

        Desde hace dos mil años el evangelio de la cruz habla al hombre. Desde hace veinte siglos Cristo, que se levanta de la caída, encuentra al hombre que cae.

        A lo largo de estos dos milenios, muchos han experimentado que la caída no significa el final del camino. Encontrando al Salvador, se han sentido sosegados por Él: "Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad" (2 Co 12, 9). Se han levantado confortados y han transmitido al mundo la palabra de la esperanza que brota de la cruz. Hoy, cruzado el umbral del nuevo milenio, estamos llamados a profundizar el contenido de este encuentro. Es necesario que nuestra generación lleve a los siglos venideros la buena nueva de nuestro volver a levantarnos en Cristo.

ORACION
        Señor Jesucristo, que caes bajo el peso del pecado del hombre y te levantas para tomarlo sobre ti y borrarlo, concédenos a nosotros, hombres débiles, la fuerza de llevar la cruz de cada día y de levantarnos de nuestras caídas, para llevar a las generaciones que vendrán el Evangelio de tu poder salvífico. A ti, Jesús, soporte de nuestra debilidad, la alabanza y la gloria por los siglos.

        R/. Amén.

Todos: Padre nuestro...

Canto: La Madre Dolorosa estaba llorando junto a la Cruz de su Hijo crucificado.

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