Los linces del Gobierno
Rafael Guijarro
El origen del hombre

 

 

 

Cuando el Gobierno piense

        Algún ministro ha descubierto a estas alturas que la Iglesia sigue un camino distinto de la sociedad en el asunto del aborto, pero no sabe todavía si la Iglesia y la sociedad van juntas o separadas en la defensa de los linces. La campaña que presentó el portavoz de la Conferencia episcopal debería resultar atractiva para el Gobierno, al menos en la parte de la defensa de los animales, y Zapatero que siempre busca puntos de encuentro con los demás debería reconocer que recorren la mitad del camino de la mano con la Iglesia y que este no es tan distinto del que recorre la sociedad. En el fondo todos buscan proteger las especies en peligro y fomentar el uso natural de todas las cosas. Y desde ese punto de vista resulta evidente que la Iglesia va por delante en algo a lo que el Gobierno se incorporará cuando piense un poco en lo que está haciendo.

         Cada vez son más las personas que defienden los productos naturales, productos sin colorantes ni conservantes, las especies de animales en su entorno, en el que puedan desarrollar una vida mejor. Y la Iglesia, como no podía ser de otra manera porque dice lo mismo desde hace dos mil años, defiende la naturaleza como el mejor principio de vida.

        La sociedad avanza hacia el respeto a todo lo que vive y en algún momento se reconocerá que el feto tiene también derecho a formar parte de ella. De la misma manera que la Iglesia siempre se opuso a la esclavitud, aunque la sociedad tardara en reconocer en sus leyes que era un abuso intolerable, también le llegará su momento de liberación al feto. Los que puedan vivirlo pensarán que alguna gente del siglo XX y comienzos del XXI, eran unos brutos sangrientos y poco civilizados no sólo al permitir el aborto, sino al pensar que era un derecho de los vivos sobre los no nacidos.

         La Iglesia defiende que los linces y las personas puedan vivir en amor y compañía, y si el Gobierno se queda perplejo será porque todavía busca soluciones artificiales y crueles para los hombres, que ya no admite ni siquiera para los linces.