La mentira como reclamo
«La televisión donde nació el ‘Gran hermano’ quería sorprender con el último ‘realiy show' en el que una mujer con cáncer iba a decidie entre tres enfermos necesitados de trasplante».
José Luis Mota Garay
Sin Excusas
Kyle Maynard

Axioma inamovible

        El viernes ide junio, por la noche, la cadena de televisión holandesa BNN emitió el programa que tenía anunciado El gran show del donante, que había sido ampliamente contestado por críticos de televisión, políticos, y muchos medios de comunicación, del mismo país y del exterior. Todos indignados porque se jugase con los sentimientos y la angustia en un tema tan delicado, para los que están a la espera de un trasplante. La televisión donde nació el Gran hermano quería sorprender con el último reality show, en el que una mujer, con un cáncer en estado terminal, iba a decidirse entre tres enfermos necesitados de un trasplante, para cederle uno de sus riñones antes de su muerte. La elección se iba a apoyar en las circunstancias y simpatía de los concursantes, y se contaba con la colaboración del público por medio de llamadas o SMS. A pesar de que ya tienen acostumbrados a sus espectadores, la gente estaba sorprendida de que, una vez más, un medio de comunicación se prestase a transmitir las ansiedades y esperanzas de unas personas por satisfacer el morbo de espectadores que disfrutan viendo el dolor ajeno.

        Hay un buen axioma en la ética de los trasplantes que dice: «Los órganos no se venden, se donan». En nuestro caso, el axioma se traduciría así: «Con los órganos ni se trafica ni se hacen concursos... si alguien quiere donarlos que lo haga en el momento oportuno, pero sin publicidad y sin jugar con las expectativas y los sinsabores del que los necesita».

Siempre con la verdad por delante

        Luego resultó que el presentador del programa El gran show del donante dijo: que Lisa, de 37 años la supuesta donante con tumor cerebral, era una actriz que representó su papel; aunque los concursantes, posibles receptores, sí eran realmente enfermos renales; y que todo había sido montado para motivar a los espectadores a convertirse en donantes. La gente se deja engañar: uno de los participantes estaba encantado porque durante el programa se habían recibido muchas llamadas de posibles donantes. El presentador de un telediario español planteó la cuestión: ¿El fin justifica los medios? La respuesta debe ser: ¡no!, porque se ha utilizado un medio injusto: tratar mal a las personas sin considerar su dignidad, aunque parezca que el resultado es bueno por parecer útil: conseguir donantes.

        Pero el gran error de la TV holandesa, además de lo dicho sobre los reality show, es que mintió, aunque quisiera obtener donantes. Es difícil ser objetivo cuando se informa, porque la realidad puede observarse desde variados puntos de vista y, además, se puede meter nuestra subjetividad. Pero lo que no puede permitirse un medio de comunicación es engañar. Su obligación es atender el derecho de los espectadores a estar informados. La veracidad dentro de una empresa alimenta la confianza. La falsedad, la exageración o el engaño generan inseguridad. Lo mismo pasa en la sociedad, con los amigos hay que ser sinceros y si queremos que la gente que nos rodea siga confiando en nosotros nunca debemos mentir.