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Sor María José Carrasco, carmelita misionera y médico, llegó a Kapiri (Malawi) en el año 1988. Durante los 16 años que vivió en África, esta religiosa fue testigo de la aparición y del imparable crecimiento de una terrible enfermedad que, en los últimos años del siglo XX, nació y asoló al mundo, y que se cebó especialmente en el continente negro: el sida.
Cuando llegué, en el año 88, en Kapiri, que es una zona rural, los casos de sida aún eran muy raros. El primer caso de sida en Malawi se dió en el año 85. Por aquel entonces nos preocupaban mucho más otras enfermedades como la malaria, las anemias... Sin embargo, poco a poco los casos de sida fueron aumentando y, a finales de los años 90, la cifra de infectados era ya abrumadora. En el hospital en el que trabajaba, los enfermos de sida eran casi la mitad de los pacientes. Poco a poco, comenzamos a tener casos de sida en los niños, la mortalidad aumentó muchísimo y también apareció el fenómeno, terrible hoy en África, de los huérfanos. La situación se agravó muy rápidamente.
En Malawi, el 90% de la transmisión es vía relaciones sexuales hombre-mujer. Hoy en día la infección también ha aumentado un 10% de madres a hijos. Hay una serie de condicionamientos que provocan la extensión tan terrible de la enfermedad, como puede ser la poligamia, las relaciones sexuales muy tempranas (en chicas a partir de 16 años), la falta de fidelidad en los matrimonios...
No. Los valores tradicionales de la cultura de Malawi insistían mucho en la fidelidad, la abstinencia antes del matrimonio..., valores que coincidían con los cristianos, aunque eran propios de ellos... Sin embargo, no han podido resistir la llegada del desarrollo, de la cultura occidental.
En los primeros años, en el hospital de la misión, y en la parroquia, donde también colaborábamos, nos dedicamos de forma intensiva a explicar a la gente lo que era el sida, cómo se transmitía, etc., con el objetivo de que pudieran evitarlo. Pensamos que así, cambiarían sus comportamientos y se podría prevenir. Con el tiempo vimos que no era suficiente. A partir de entonces tomamos una serie de medidas, como ofrecer el test del sida gratuitamente, para conocer su situación y que no contagiaran a otros... Conseguimos, además, un laboratorio para detectar la enfermedad y comenzamos los tratamientos. En los últimos años ya trabajábamos con la ayuda del Gobierno y llegamos a atender a unos 600 enfermos gratuitamente.
Nosotras siempre hemos tenido claro que el preservativo no es la solución, porque en el menos malo de los casos sólo previene en un 80%. Pero, además, la transmisión se agrava por muchos problemas: la ignorancia y la falta de cultura hacía que ni siquiera se lo pusieran bien, que se rompiera, que se reutilizara...; o sea, que el preservativo, si ya de por sí no es del todo fiable, en Malawi lo es mucho menos. Pero, ciertamente, cuando en el matrimonio un miembro resultaba infectado y otro no, especialmente entre jóvenes, nosotras, con bien formado sentido de la responsabilidad, les aconsejábamos que, si continuaban teniendo relaciones, utilizaran preservativos, para no contagiarse. Ellos sabían que la forma de no contagiarse era no teniendo relaciones, pero, por experiencia, yo sé que ellos no atienden a eso.
Eso es ridículo. Afirmar eso es una grave falta de conocimiento de lo que realmente sucede. La rápida extensión del sida en África se debe, entre otras muchas causas, a las relaciones sexuales prematuras y múltiples fuera del matrimonio. Además, está la terrible pobreza en la que está sumida gran parte de la población, así como la ignorancia. Allí, una mujer viuda con varios hijos se ve tentada a tener relaciones con otro señor para dar de comer a sus hijos, y eso hace a las mujeres muy vulnerables. Además, la imposibilidad de tratar a todos los enfermos hace que la transmisión sea más fácil, pues una persona bien tratada no transmite la enfermedad de la misma forma que una que no se trate. Es decir, el preservativo tiene bastante poco que ver a nivel general. | |||||||
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