Investigar para curar
Francisco Errasti
Director general del CIMA
Universidad de Navarra
16 de enero de 2006 Nueva Gestión
          Toda la naturaleza, el universo entero, está repleto de un delicado y secreto funcionamiento que le dota de una perfección jamás pensada. Parece que el hombre fuese creado para descubrir esos recónditos misterios y perfeccionarse a sí mismo. De ese modo es como imagino la investigación en su perspectiva más amplia, y se puede afirmar que responde a una necesidad intrínseca de todo hombre: satisfacer la sed de su intelecto, que siempre desea más.

        Hace sesenta años, Vannervar Bush, que dirigió la Oficina de Investigación y Desarrollo Científico durante la II Guerra Mundial, envió al presidente Truman un informe titulado “La Ciencia, una frontera sin límites”. Acuñó el término “investigación básica”, refiriéndose a la contribución, al conocimiento general y a la comprensión de la naturaleza y sus leyes, “contribuciones que son el motor del progreso económico”. Y añadía: “Una nación que depende de otras para su nuevo conocimiento científico será lenta en su progreso industrial y débil en su posición competitiva en el comercio mundial”.

Primero, la salud

        De entre los sectores posibles de investigación -amplios, variados y necesarios todos ellos- el de biomedicina suscita un interés del que nadie se siente ajeno. Todos tememos la enfermedad y sus consecuencias para nuestra vida y, sin duda, la sociedad moderna desea que se destinen más medios y recursos a erradicarla. Primero es la salud… después el resto.

        Investigar es el único modo de evitar el colonialismo moderno de los países que más innovan. El ejemplo más paradigmático es el de Irlanda. Un país pequeño –cinco millones de habitantes- donde el peso de la agricultura hasta hace poco era importante, con una renta per cápita inferior a la de España, ha sido capaz de crear poderosos y rentables nichos de investigación, sobresaliendo en crecimiento económico respecto de su entorno. Su renta per cápita es, en este momento, muy superior a la de nuestro país.

        Una sociedad que “arriesga” en la investigación no debe temer la deslocalización de algunas de sus empresas que, al fin y al cabo, pujan exclusivamente por sus costes laborales. El verdadero creador de riqueza es el conocimiento que procede de la investigación. Es lo que todo país responsable debe fomentar, porque es la condición indispensable de nuestra autonomía. La verdadera amenaza no es la China o la India de bajos costes laborales, sino nuestros escasos avances en la innovación. Para ello hay que correr riesgos y estar dispuestos a asumir el fracaso en su versión más creativa. “Hacemos el mayor esfuerzo para que nuestros empleados no tengan miedo a la posibilidad de equivocarse”, afirma Michael Dell. Basta acertar una vez, es más, para llegar a ello hay que haber fracasado muchas veces.

Panorama sin límites

        El panorama que las nuevas tecnologías ofrecen a la investigación biomédica es extraordinario. Y su potencial, todavía mayor si se produce una estrecha relación con la enfermedad de los pacientes. Conociendo mejor una enfermedad se pueden establecer mejores y más eficaces indicaciones para prevenirla: aislar genes ligados a enfermedades, empleando la información obtenida para detectar la predisposición a padecerlas, es uno de los nuevos paradigmas de la investigación en ciencias de la salud. Con técnicas de análisis genético será posible conocer si una persona aparentemente sana está predispuesta a una determinada enfermedad. La Terapia Génica (una de las áreas de investigación más intensas del CIMA), que trata de insertar genes que expresen la actividad deseada, se presenta como un campo de alto riesgo pero de inusitadas perspectivas al mismo tiempo.

        Detengámonos por ejemplo en el futuro de la Nanometría (nanómetro es la millonésima parte de un milímetro), que trata de conocer los procesos de la naturaleza, imitar su funcionamiento y acelerarlo. Es la búsqueda de la miniaturización y confluyen la Física, Química, Matemáticas y Biología. Una aplicación: la nanotubo, una sonda de dimensión infinitesimal para inocular un determinado medicamento.

        El panorama no tiene límites. Sólo hay que querer.