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Los errores de la homosexualidad Ricardo Zapata (Psiquiatra)
Entre las diversas razones que ayudan a confirmar y fundamentar la convicción de que la conducta homosexual constituye un abuso de la sexualidad y un riesgo psicopatológico (cuando no un trastorno declarado) se encuentran, a mi parecer, los tres errores básicos que caracterizan el comportamiento homosexual.
En segundo lugar, la conducta homosexual es un autoengaño psicológico. El amor homosexual es, en el mejor de los casos (en el peor, es una obsesión compulsiva), un engaño sensual-afectivo que coarta la realización personal de los amantes. El amor (verdadero) supone la entrega (también y sobre todo, de las apetencias incompatibles) al bien del otro... que es a la vez el propio bien... Tanto el propio bien como el bien del otro incluyen la realización personal plena (también de la masculinidad-feminidad, genitalidad-fecundidad, paternidad-maternidad) de los dos. En tercer lugar, desde el punto de vista social, el comportamiento homosexual es una consumición interpersonal (no hay posibilidad de consumar el amor, personificándolo), socialmente inoperante (su connatural incapacidad para engendrar y tener hijos no genera, obviamente, ningún parentesco ni vinculación familiar consanguínea) y gravosa (la existencia de una relación homosexual bloquea la realización sociofamiliar de los individuos y ensombrece la rehabilitación psicosexual). A todo ello hay que añadir que la normalización de la convivencia homosexual como si se tratara de otra forma de familia ejercería un efecto de reclamo y de acogida a ese tipo de convivencia parasexual y un modelamiento homosexual en personas vulnerables (personas que atraviesan fases de inmadurez, crisis de identidad, o algún trastorno mental). Estos errores que caracterizan el comportamiento homosexual suelen justificarse, en ocasiones, con dos argumentos que contribuyen al equívoco: Por una parte se aduce un supuesto origen genético-congénito de la homosexualidad como fundamento del derecho natural a realizarse homosexualmente como si de otra opción sexual normal se tratara. Ante esto hay que advertir que la anormalidad de la conducta homosexual no depende de que ésta sea consecuencia de predisposiciones genético-congénitas o de alteraciones adquiridas, sino de su inadecuación a la naturaleza biopsicosocial de la persona y a las consecuencias indeseables que tiene para la realización saludable del individuo. En este sentido, ocurre como en la diabetes, cuyo tipo I (congénita) es tan enfermedad si no más- que la diabetes tipo II (adquirida); o como en el síndrome de abstinencia (congénito) del recién nacido, tan grave por lo menos como el que padecerá la madre adicta (adquirido), si deja de administrarse heroína. Por otra parte se etiqueta de homofobia a aquellas personas que no aceptan como normal el comportamiento homosexual y rechazan la integración social de la desorientación homosexual. Ante esto, hay que aclarar que la actitud de no transigencia ante los errores del comportamiento homosexual no tiene nada que ver, en principio, con ningún temor angustioso o pavor (fobia), y sí con una actitud coherente con los criterios biopsicosociales de salud sexual; así mismo, hay que admitir que la natural egodistonía y el saludable rechazo psicosocial que provoca el comportamiento homosexual (en cuanto conducta de abuso psicosexual, riesgo adictivo homosexofílico, y situación de trampa afectiva para la realización personal) constituyen una sana y consecuente reacción de prevención e higiene mental hacia dichas conductas. | ||
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