“Lo que se necesita es un enfoque basado en valores para enfrentar la enfermedad”.
Declaración de la Santa Sede ante la Declaración de la ONU sobre el Sida
“Declaración de Interpretación” hecho público el pasado Viernes por la Misión de la Santa Sede en las Naciones Unidas sobre la Declaración Política sobre el HIV y el Sida, que se ha pedido que se incluya en el informe de la plenaria de alto nivel de la Asamblea General.
NUEVA YORK, miércoles 15 de junio de 2011 (ZENIT.org)
Un extraño en casa: comunicación con el adolescente
Victoria Cardona

Señor presidente

        Respecto a la adopción de la declaración, la Santa Sede ofrece la siguiente declaración de interpretación. Pido que el texto de este comunicado, que explica la posición oficial de la Santa Sede, sea incluido en el informe de esta plenaria de alto nivel de la Asamblea General.

        Al proporcionar más de una cuarta parte de toda la atención hacia quienes padecen VIH y el SIDA,las instituciones sanitarias católicas conocen bien la importancia del acceso a los tratamientos, atención y apoyo para los millones de personas que viven con el HIV y el Sida y están afectados por él.

        La posición de la Santa Sede acerca de las expresiones “salud sexual y reproductiva” y “servicios”, la Recomendación ILO nº200, y la estrategia global de la Secretaría General sobre la salud de las mujeres y de las niñas debe ser interpretadaen términos de su reserva en el Informe de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (ICPD) de 1994. La posición de la Santa Sede sobre el término “género” y sus varios usos debe interpretarse en términos de sus reservas en el Informe de la 4ª Conferencia Mundial sobre la Mujer.

        La Santa Sede entiende que, al referirse a los “jóvenes”, la definición no disfruta del consenso internacional, los estados deben respetar siempre las responsabilidades, derechos, y deberes de los padres de proveer de una dirección y guía adecuadas a sus hijos, que incluyen la responsabilidad primaria de criar, desarrollar y educar a sus hijos (cf. Convención sobre los Derechos de los Niños, art. 5, 18 y 27,2). Los estados deben admitir que la familia, basada en la relación de igualdad entre un hombre y una mujer, y elemento fundamental y natural de la sociedad, es indispensable en la lucha contra el VIH y SIDA, la familia es donde los niños aprenden los valores morales que les ayudarán a vivir de manera responsable y donde se provee gran parte del cuidado y del apoyo (cf. Declaración Universal de Derechos Humanos, art. 16,3).

        La Santa Sede rechaza referencias a términos como “poblaciones de alto riesgo” debido a que trata a las personas como objetos y puede dar la falsa impresión de que ciertos tipos de comportamientos irresponsables son, de alguna manera, moralmente aceptables. La Santa Sede no apoya el uso de preservativos u otro tipo de productos como parte integrante de los programas de prevención o clases/programas de educación en el sexo/sexualidad. Los programas de prevención o clases/programas de educación en sexualidad humana no debería centrarse en tratar de convencer al mundo de que un comportamiento de riesgo o peligros forma parte de un estilo de vida aceptable, sino que debe centrarse en evitar el riesgo, lo que es ética y empíricamente sólido. El único método seguro y fiable de prevenir la transmisión sexual del VIH es la abstinencia antes del matrimonio y el respeto y mutua fidelidad dentro del matrimonio, que es y debe ser siempre la base de toda discusión sobre la prevención y el apoyo.

        La Santa Sede no acepta la llamada “reducción del daño” en los esfuerzos relacionados con el uso de las drogas. Este tipo de esfuerzos no respetan la dignidad de aquellos que sufren de adicción a las drogas ya que no tratan o curan a la persona enferma, sino sugerir falsamente que no pueden liberarse del ciclo de adicción. Estas personas deben recibir el apoyo espiritual, psicológico y familiar necesario para liberarse de la conducta adictiva y restaurar su dignidad y alentar su inclusión social.

        La Santa Sede rechaza la caracterización de las personas que se dedican a la prostitución como “trabajadoras del sexo”, ya que dan la falsa impresión de que la prostitución puede ser una forma legítima de trabajo. La prostitución no se puede separar de la cuestión de la dignidad de las personas; los gobiernos y las sociedades no pueden aceptar tal deshumanización y cosificación de las personas.

        Lo que se necesita es un enfoque basado en los valores para hacer frente a la enfermedad del VIH y SIDA, un enfoque que proporciona los cuidados necesarios y el apoyo moral a aquellos infectados y que promueve una vida conforme a las normas del orden moral natural, un enfoque que respete totalmente la dignidad inherente de la persona humana.

        Gracias, señor Presidente.