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Las
palabras del Papa Benedicto XVI acerca del uso del preservativo confirman
la doctrina de la Iglesia sobre la sexualidad humana. Nunca se puede
hacer un mal para conseguir un bien, por muy pequeño que sea
el mal que se hace y muy grande el bien que con ello se busca.
En algunos casos, el mal que no se quiere se puede tolerar para evitar un mal mayor. Para actuar de esta manera, debe existir una causa proporcionada (entre el mal que se tolera y aquel que se quiere evitar). En la prostitución, dado que existe un riesgo grave de transmisión del sida, y quien la lleva a cabo está decidido a ejercer esa actividad sexual, resulta menos malo utilizar el preservativo que no usarlo. Pongo un ejemplo sencillo para clarificar lo anterior. Imaginemos que una persona se dirige a robar un banco y para ello lleva una ametralladora. Por el camino, grita: ¡Voy a atracar el banco; mataré a todo aquel que intente disuadirme!. Si yo me encontrara frente a él, le contestaría: Ya que piensa asaltarlo, al menos no asesine a nadie. Traslademos esta historia a nuestro caso. Una mujer o un hombre ejercen la prostitución. Sin duda, lo mejor sería que no lo hicieran. Pero si la van a realizar, se les puede aconsejar que, ya que están resueltos a practicarla, al menos se protejan para no infectar con alguna enfermedad a un tercero. Con todo esto quiero recalcar que las palabras del Papa en ningún caso están afirmando que el uso del preservativo sea moralmente lícito (bueno). | |||||
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