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La píldora del día siguiente: aspectos farmacológicos,
éticos y jurídicos
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José
López Guzmán y Ángela Aparisi
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A
las cosas por su nombre
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No
sé si con motivo del aniversario, CNN publicó un artículo
de opinión de Raquel Welch: It's
sex o'clock in America. Quien tuvo, retuvo. Hay que admitirlo.
Sigue espléndida y rompedora.
No
es apto para fanáticas feministas, ojo, que he avisado. A la
vuelta de los años, con la experiencia 70 tacos, la sex-symbol
se une al coro de las que desmontan el mito y llaman a las cosas por
su nombre:
Me
avergüenza admitir que yo misma he estado casada cuatro veces,
y sin embargo, estoy convencida de que el matrimonio es la piedra
angular de la civilización, una institución esencial
para la estabilidad de la sociedad, que proporciona un santuario
a los niños y nos salva de la anarquía
Mira
hacia atrás, y busca alguna de las causas de su tiempo perdido,
de la situación de decadencia en la que ve sumida a las mujeres:
Si
hubiera tenido una actitud diferente sobre el sexo, la concepción
y la responsabilidad las cosas hubiesen sido muy diferentes.
El
efecto más significativo y perdurable de la píldora
en la actitudes sexuales femeninas en los sesenta fue: «ahora
podemos tener sexo en el momento que queramos sin sus consecuencias.
Aleluya, viva la fiesta.
Pero
la realidad es otra, la falta de inhibiciones sexuales, o como alguno
lo llama, la «liberación sexual», eliminó
la precaución y el discernimiento a la hora de elegir el
compañero sexual, que solía ser el equivalente al
compañero con el que compartir toda la vida. La falta de
compromiso, confianza y lealtad en las parejas en edad fértil
degenera en infidelidad.
Es
otra manera de formular que la píldora fue la «liberación
sexual» pero para los hombres, sexo sin compromiso. Como el
«seréis como dioses», la fórmula era atractiva,
pero falsa. La separación de los aspectos unitivo y procreativo
termina habitualmente en desastre: personal, casi siempre, y familiar,
muchas veces. Supongo que la Welch no leyó la Humanae Vitae,
pero ya lo advirtió Pablo VI:
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En
cabeza ajena |
Consideren,
antes que nada, el camino fácil y amplio que se abriría
a la infidelidad conyugal y a la degradación general de la
moralidad. No se necesita mucha experiencia para conocer la debilidad
humana y para comprender que los hombres, especialmente los jóvenes,
tan vulnerables en este punto tienen necesidad de aliento para ser
fieles a la ley moral y no se les debe ofrecer cualquier medio fácil
para burlar su observancia.
Podría
también temerse que el hombre, habituándose al uso
de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto
a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico
y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento
de goce puramente egoísta y no como a compañera, respetada
y amada.
Aún
así, es una gozada leer como la actriz intenta coger de las
solapas y zarandear:
En
serio, si una anciana sex symbol como yo, agita bandera roja advirtiendo
que las normas morales se han desplomado, deberíais caer
en la cuenta de la cosa está mal. De hecho, precisamente
por la imagen sexy que he tenido es importante que os diga: ¡vamos
chicas!, es hora de dejar de quejarnos. Somos capaces de hacerlo
mucho mejor.
¿Escarmentaremos
en cabeza ajena?, ¿pedirán perdón las feministas?
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