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Contra la verdad más evidente aunque incómoda |
Así, contra los embarazos no deseados, una de las consecuencias de esta religión fomentada por los poderes públicos y, sobre todo, por el cine y la televisión, se ofrece la distribución masiva y casi gratuita de preservativos y, cuando no funcionan del todo, se dan toda clase de facilidades para abortar. La misma doctrina rige para evitar el sida aunque esta enfermedad ya parece que se ha saltado la barrera del sexo y se propaga por otras vías. Es lo que se llama en el lenguaje "correcto" la política de la salud pública: practica el sexo, pero seguro. Todo vale menos el ejercicio de la responsabilidad y mucho menos una educación en la que se ofrezca siquiera como alternativa la castidad, ese invento de la denostada Iglesia, que siempre recuerda los lindes de lo bueno y lo malo para la persona. Se entiende así que el primer mensaje que el Papa ha llevado a África, donde el sida ha diezmado a la población, haya sido entendido justamente al revés y que le lluevan las críticas de los esclavos del sexo. Benedicto XVI ha dicho algo que atenta contra los cimientos de esta sociedad sexualizada: que el sida, enfermedad inicialmente propagada en el ámbito de la homosexualidad, no se combate sólo con dinero y con la distribución de preservativos que, al contrario, aumentan el problema. ¡Qué barbaridad! exclaman los adoradores del sexo y los fabricantes de preservativos a quienes muchos gobiernos, el Banco Mundial, la ONU y centenares de ONGs pagan ingentes cantidades para distribuirlos en el continente africano. Un periódico español ha llegado a titular su desinformación con esta infamia: El Papa propaga el sida en África... Pero hagamos una breve reflexión. Los famosos condones no solo no han frenado la propagación del sida sino que lo han extendido. Solo un país, Uganda, donde el sida había contaminado al 20 por ciento la población en los años noventa, el gobierno se ha impuesto como prioridad la necesidad de cambiar los hábitos sexuales, el estatus de las mujeres y la lucha contra la pobreza, todo ello traducido en dar la batalla a la promiscuidad, en la practica del sexo solo en el matrimonio y en la castidad. Con ello ha empezado a ganar la batalla al sida, que hoy afecta sólo al 5 por ciento de la población. | |||||
La alternativa parece clara |
Un mal ejemplo, sin duda, porque allí el gobierno se ha atrevido a aplicar las enseñanzas de la Iglesia. Pero aquí, en nuestra avanzada Europa, los progres se rasgan las vestiduras y califican de indignante que el Papa hable de una educación sexual responsable, de curas gratuitas y de no basar todo en el preservativo. El sida, recordaba el Papa, solo se vence con una humanización de la sexualidad, con una renovación espiritual humana, con una nueva conducta de unos con otros, de una voluntad firme para cuidar a los enfermos. En otras palabras, de sufrir con los que sufren de manera que se acepte un justo control del cuerpo. ¡Doctrina perversa, esta del Papa, que pide responsabilidad en el uso del sexo, con lo bien que se lo pasan las gentes con el preservativo como remedo del autocontrol! Y sin embargo ¿cuantos abortos, cuantos crímenes, cuantas enfermedades, cuantas muertes podrían evitarse cada día con esa simple recomendación de asumir el sexo con la responsabilidad que corrresponde a un acto reservado al matrimonio? ¡Pero qué digo! ¡Sexo, amor, matrimonio...! ¡Esto es un pecado de lesa sociedad esclavizada, de oposición al amor libre, al progreso de la Humanidad! Pues eso, amigos, o el sida y el aborto como consecuencias más directas. Y que me perdonen Zapatero, Obama, Hollywood, Almodovar y toda la infinita legión de propagandistas del sexo. | |||||
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