"É primavera..."


Emilio Sanz. www.PiensaunPoco.com

Todos podemos y debemos         “Aprite le finestre al nuovo sole: é primavera”. Esta canción de la Italia de los años 50 le gustaba tanto a Josemaría Escrivá, que a veces decía a sus hijos que se la cantasen cuando muriese. Significa “abrid las ventanas al sol nuevo: es primavera”. A San Josemaría Escrivá le gustaba cantar canciones de amor humano “a lo divino”. Esas canciones de amor limpio, que expresan los sentimientos nobles de los enamorados, le gustaba dirigírselas a Dios y a la Virgen. Aprovechar lo humano para remontarse hasta lo divino constituye lo esencial del mensaje que el Opus Dei quiere transmitir. Que todos estamos llamados a amar a Dios, estemos donde estemos. Que Dios nos quiere santos en nuestro trabajo, en nuestra familia, en las circunstancias en que la vida nos ha puesto. Que los casados pueden ser santos. Que los solteros pueden ser santos. Que los enfermos pueden ser santos. Que los viejos pueden ser santos. Que los jóvenes pueden ser santos. Los hombres, las mujeres, los blancos, los negros, los albañiles, los catedráticos, los curas. Que todas las personas tienen una llamada de Dios, a la que pueden responder. Que a todos nos ofrece Dios su amor, y de todos espera una respuesta de amor en aquello que constituye nuestro actuar cotidiano.
Y ahora cosa normal         El Papa Juan Pablo II decía hace once años, en la ceremonia de beatificación de Josemaría Escrivá, que “con sobrenatural intuición” este sacerdote predicó desde los años 30 lo que después, en el Concilio Vaticano II, pasaría a ser un reto para toda la Iglesia: la predicación de la llamada universal a la santidad. Hace un año, con ocasión de la canonización del fundador del Opus Dei, el Sumo Pontífice ratificó esta idea, que a mí, como fiel de esa Prelatura de la Iglesia, me sugiere esta idea: la fidelidad a la enseñanza de San Josemaría produce la santidad, es decir, la unión con Dios. Y eso, en las circunstancias normales y corrientes de la vida de cualquier cristiano.

        Esto que estoy diciendo, y que ahora suena tan normal y tan sabido, no siempre sonó bien en todos los oídos. San Josemaría, y con él los primeros miembros de la Obra, tuvieron que abrir camino a esta idea en medio de frecuentes incomprensiones, e incluso de persecuciones. Eran tormentas que hacían que lloviese sobre la Obra, a veces para salpicar a la Iglesia entera. Gracias a Dios, el Padre y sus hijos, animados además estos últimos por el ejemplo de fidelidad de Álvaro del Portillo, sólo buscaban la santidad, no el aplauso; sólo la gloria de Dios, no gloria humana. Y siguieron trabajando, siguieron rezando, buscando la santidad.

        Hoy, con la proclamación como santo de Josemaría Escrivá, se han ido las nubes, ha salido el sol: el Opus Dei cumple setenta y cinco años de historia. Es una institución muy joven: en plena primavera.