'Encontrarás Dragones': la ecuanimidad de un santo aragonés
La película dibuja con brillante sencillez las virtudes extremadamente naturales y emblemáticas que definen a un sacerdote que supo mirar por encima de bandos y evitar posicionamientos políticos.
Vicente Franco Gil
100 preguntas sobre Encontrarás Dragones
Ignacio Gómez Sancha

        En un mundo que camina a caballo entre el poder y la ambición, la farsa y la mentira, el director británico de cine Roland Joffé, irrumpe en medio de un coyuntural convulsionismo social con la película Encontrarás Dragones, en donde por la parte que nos toca a los españoles, todavía se escuchan los ecos recelosos de una Guerra Civil que destrozó no solamente millares de vidas humanas, sino también la entraña misma de un pueblo.

        Roland Joffé, el cual se declara agnóstico e incluso en otro tiempo “trotskista”, no cree en el atrincheramiento de un poder político intransigente, pero sí en el poder vivo del amor, y por tal motivo le suscitó un gran interés la figura del sacerdote aragonés Josemaría Escrivá de Balaguer, un santo nacido en Barbastro (Huesca) el 9 de enero de 1902, que fundo el Opus Dei el 2 de octubre de 1928 por inspiración divina. Pero Joffé, dejando a un lado las bases y fundamentos de la Obra, ha plasmado con acierto en su película la personificación misma del perdón y de la reconciliación en San Josemaría, así como el clima familiar por el que transitó los comienzos del Opus Dei en unos momentos tan duros de la historia. Por ello, el director y guionista de la película dibuja con brillante sencillez las virtudes extremadamente naturales y emblemáticas que definen a un sacerdote que supo mirar por encima de bandos y evitar posicionamientos políticos, pues lo único que le importaba realmente era acercar almas a Dios para la salvación eterna, ya que Cristo murió con los dos brazos extendidos en la Cruz.

        El eje principal por donde fluía el pensamiento de San Josemaría era la llamada universal a la santidad en medio del mundo, una santidad al alcance de cualquier ser humano con deseos nobles en el desarrollo de sus labores cotidianas, cuando estas son ofrecidas por amor a Dios y realizadas con la máxima perfección, es decir, aquellos quehaceres habituales propios del estado en el que cada cual se encuentra.

        Es cierto que un santo siempre tiene un pasado, pero también es verdad que un pecador divisa constantemente un futuro, y que cuando experimentamos las caídas y las debilidades, existe un comenzar y un recomenzar que nos impulsa cada vez más a cercarnos a Dios Padre con la confianza de un niño pequeño que, soñando, le llega a pedir la luna.

        Con todo, y al hilo del guión de Encontrarás Dragones, Joffé ha sabido plasmar al fundador del Opus Dei con la sensibilidad y finura de ánimo que jalonó toda su existencia terrena, no exenta eso sí, como la de cualquier mortal, de dragones, de tormentos, de desconsuelos, de dudas, de turbulencias, de fantasmas alambicados y despiadados que constriñen la imaginación y compelen el corazón. Y en medio de la guerra, con tanta amargura, tanto rencor, odio y revanchismo, San Josemaría sigue su camino, su vocación, amando sin medida, un camino lleno de pruebas en el que a la vez va sintiendo constantemente la llamada incesante de Dios y su presencia manifiesta que penetra todo su ser.

        Escrivá de Balaguer solía decir a sus “hijas e hijos” y a quienes le rodeaban esta frase que se convirtió en una máxima ascética: “ahogar el mal con abundancia de bien”, pues él no veía en el prójimo a enemigos sino a hijos de un mismo Dios y por consiguiente a hermanos suyos, llevando implícitos en su vida los valores del perdón y la reconciliación, unos atributos difíciles que poner en práctica sobre todo en escenarios caóticos y sanguinarios como los de la guerra española de 1936, en la que multitud de Iglesias y conventos fueron quemados, y donde los asesinatos del clero se sucedieron en masa. Pero a pesar de ello, San Josemaría supo perdonar y entregarse, por amor a Dios, a los demás sin distinción de condición alguna.

        La lucha que apuntaba permanentemente el Santo aragonés no se cifraba en el número de disparos ni en ruido de los cañones embravecidos, se resumía en cultivar la vida interior, en apartar la soberbia y asumir nuestras debilidades apelando a la gracia divina y a la voluntad del Creador, relegando la mística ojalatera de las interminables quejas que traemos a nuestro alcance para justificar nuestras desordenadas conductas. En definitiva buscar a Cristo, encontrar a Cristo, tratar a Cristo y amar a Cristo.

        En la homilía de Amar al mundo apasionadamente (1967), San Josemaría Escrivá de Balaguer transmitía lo siguiente: “allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo. Es en medio de las cosas más materiales de la tierra donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres. En la línea del horizonte, hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís sensatamente la vida ordinaria...” Y eso, ni más ni menos, es lo que refleja la película de “Encontrarás Dragones”, posturas diferentes de afrontar la vida, donde unos apuestan por el rencor y la venganza, y otros en cambio por el perdón y la consideración hacia los demás.

        Asimismo, en Camino, pensamientos lacónicos que escribió San Josemaría, en el punto 452 señala: “esfuérzate, si es preciso, en perdonar siempre a quienes te ofendan, desde el primer instante, ya que, por grande que sea el perjuicio o la ofensa que te hagan, más te ha perdonado Dios a ti”, un canto a la indulgencia que invoca la tolerancia, el respeto y el verdadero amor.

        Por último, me gustaría transcribir una jaculatoria que gustaba recitar a este sacerdote santo en aquellos momentos en que los “dragones” mordían su alma, aplicable a cada uno de nosotros en situaciones diversas: “hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima voluntad de Dios, sobre todas las cosas. Amen. Amén”, una plegaria para cuando el corazón se rompe y la cabeza enloquece, un medicamento que no cuesta dinero y que se puede administrar en cualquier lugar que nos encontremos.

        Para terminar, San Josemaría Escrivá de Balaguer aspiraba a que todos fuéramos “sembradores de paz y de alegría” para conformar un mundo a la medida y del agrado de Dios.