San Josemaría Escrivá
Las luces que recibí del Opus Dei
Jorge Ernesto Latorre
Viña del Mar, Chile.
El Mercurio de Valparaiso
El escándalo del padre Brown
G. K.Chesterton

 

 

Una familia católica y una vida coherente con su fe

        Como católico, bautizado y debidamente confirmado, fui educado bajo las formas y en el modo que teníamos en aquel tiempo, de ir a misa todos los domingos y fiestas de guardar, asistir a veces a regañadientes, a las procesiones en mi barrio, cuya parroquia era la de Santo Domingo de Guzmán.

        A través de la educación de mi madre, conocí diversas oraciones que recitábamos con ella y mi hermano mayor en nuestra habitación antes de dormirnos, mientras nuestra abuela nos acercaba al santo Rosario, el que trató de enseñárnoslo y que lo practicáramos, asomando esto con mucha voluntad solo en los tiempos de los exámenes, lo que coincidía con el Mes de María, cuando en la casa se hacía un pequeño altar con flores que la mamá recogía del jardín, especialmente lirios, que teníamos en abundancia.

        Éramos una familia devota y tanto nuestros padres, como los tíos y abuelos, eran muy católicos y conservadores. El Misal de mi padre era respetable y mi madre usaba una hermosa mantilla española.

        Fuimos educados en un Colegio católico de los RR. PP. Escolapios, el Rector y muchos profesores eran curas, que nos enseñaban las ciencias, la historia, los idiomas y también decían misa. Estudié un poco de latín y alguna vez me tocó hacer de acólito.

        Posteriormente siendo ya un joven egresado de la Universidad, me enamoré y me casé con mi esposa con la que llevamos casi 45 años de matrimonio. La Iglesia, la vida católica, ha sido el centro de nuestra vida matrimonial, educando a nuestros hijos en el camino que ella nos señala.
Hice clases vespertinas en el Colegio Parroquial y fui catequista.

El Opus Dei: Dios en el mundo

        Pero de pronto y ya hace casi 30 años, apareció en nuestra vida, el Opus Dei.

        Se produjo una verdadera revolución y mi vida espiritual se empezó a organizar de una manera distinta, ya que para mí, mi religión en la que había sido criado y educado, era un escenario aparte, lleno de misticismo y emociones que nos elevaba el corazón a los sentimientos más altos, mientras el trabajo era solo un medio para ganar el sustento, era la vida misma, llena de accidentes, sinsabores, ambiciones y desencuentros que solo sorteaba con la buena educación recibida y un espíritu pacifista que a veces se ahogaba en mi fuerte carácter.

        Con el Opus Dei, empecé a ver que el mundo no estaba separado de Dios, que El estaba también en mi trabajo y que ofrecerlo como sacrificio era elevarlo de categoría, dejando de ser un medio y pasando a ser una oblación, que nos santifica y nos hace ser copartícipes con Cristo en la Redención del mundo. Todo el trabajo se hacía mejor si estaba El en medio del quehacer diario. Empecé a entender porqué San José María decía que no a la beatería y a entender porqué cumplir el plan de Dios era tan varonil como jugar una partido de rugby. Ir a misa o rezar el Rosario, ya no era cosa de mujeres, comprendí en el Opus Dei, que nuestra única misión es propagar la Palabra del Señor y luchar denodadamente contra nosotros mismos, por llegar al Cielo y por llevar a otros. Aprendí a ofrecerlo todo, alegrías, enfermedades, triunfos, derrotas. Seguí las direcciones espirituales, he participado por mucho tiempo en círculos de formación, asistí a los retiros y sentí que el Espíritu Santo movía mis pensamientos y me dejé llevar.

Gracias a Dios

        Gracias al Opus Dei un crucifijo preside mi escritorio día a día, gracias al Opus Dei tengo la asistencia personal de un sacerdote de la Sociedad de la Santa Cruz y un hijo miembro de la Obra y dos hijos cooperadores, gracias al Opus Dei he transmitido mensajes de esperanza, de amor a Dios y de fortalezas humanas a mi familia y a mis amigos.

        Gracias al Opus Dei creo que he enfrentado mejor mi invalidez, con optimismo y no cejando en pedirle a Dios que aumente mi fe.

        Dios bendiga al Opus Dei ahora que cumple ochenta años, desde aquel 2 de octubre de 1928, en que Dios se lo hizo ver a San Josemaría. Invito a que recemos por el actual Prelado, Mons. Javier Echevarría, para que la Obra se expanda en el mundo más y más, para la salvación de las almas.