Un nuevo camino

François Gondrand. Nuestro Tiempo, Diciembre, 2001
Un corazón que conmovía El rasgo de la figura de Josemaría Escrivá que me llama más la atención –tal vez porque esa ligado al recuerdo, todavía muy vivo, del primer encuentro que tuve con él– es su gran corazón.

Acababa de comenzar el mes de mayo de 1960. Dos de sus primeros hijos franceses no le conocíamos todavía. En cuanto nos vio, nos habló –con ese tono familiar tan suyo– de la gran responsabilidad que incumbe a los primeros de un país.

Nunca olvidaré el énfasis con el que se refirió a la multisecular vocación cristiana de Francia y a la gran tradición de sus santos, alentándonos a seguir con ese impulso, haciendo apostolado en nuestros ambientes universitarios, y proponiendo a muchos el ideal de la búsqueda de la santidad en medio del mundo, sin dejar sus afanes profesionales.

Su especial interés por rectificar la mala prensa de otros tiempos

Luego nos confió que él se sentía muy francés, pues por sus venas corría un veinticinco por ciento de sangre francesa. Con su buen humor característico, atribuía a eso su pasión por la libertad. Anadió también una razón personal muy concreta: cuando, de niño, estudiaba en un colegio de Barbastro, algunos de sus maestros solían hacer comentarios peyorativos sobre los franceses, aludiendo a la invasión napoleónica de un siglo atrás y a las atrocidades cuyo recuerdo se conservaba en muchas familias aragonesas.

Más tarde, Josemaría se dio cuenta de que sembrar el odio hacia otro pueblo en el corazón de niños pequeños era algo triste. Procuró rectificar con prontitud ese acto reflejo en contra de los "gabachos" –como se suele decir por aquellas tierras– y se propuso querer más a Francia. Nos pidió, por favor, que diéramos a conocer este detalle a los franceses que habrían de venir al Opus Dei. Más tarde supe que, ya en 1936, París figuró como primer lugar que el beato Josemaría fijó para la expansión de la labor del Opus Dei en el mundo, y que este proyecto no pudo realizarse entonces a causa de la Guerra Civil española y de la Segunda Guerra Mundial.

Cultivó el cariño sobre su carácter de suyo afable

AÑOS DE CONVIVENCIA
Años después, cuando me trasladé a Roma para un periodo de formación, en cuanto me vio, Mons. Escrivá me saludó efusivamente, diciéndome que había esperado mucho tiempo la llegada del primer francés al Colegio Romano de la Santa Cruz.

A lo largo de esos años de convivencia con hombres jóvenes procedentes de muchas partes del mundo, observé que el Fundador del Opus Dei tenía siempre palabras de cariño y de elogio para cada nación, sacando a relucir las virtudes de sus pueblos. No se trataba de una simple manifestación de cortesía, de amenidad, por decirlo así, temperamental (aunque su carácter era verdaderamente cordial y abierto), sino algo muy relacionado con lo que vio Josemaría cuando el Señor le urgió a abrir un nuevo camino de santidad en medio del mundo: la universalidad del mensaje que eso suponía.

Todo por difundir por todo el mundo un mensaje universal de santidad

Lo tuvo presente desde el mismo instante en que el Opus Dei comenzó su andadura. Lo testimonian infinidad de hechos y tantas palabras suyas. Baste recordar aquella vivencia de enero de 1933, ligada a la primera bendición con el Santísimo Sacramento, impartida con mucho recogimiento a tan sólo tres estudiantes. Detrás de ellos veía "trescientos, trescientos mil, treinta millones... Blancos, negros, amarillos, de todos los colores, de todas las combinaciones que el amor humano puede hacer" (Al paso de Dios, p. 87).

Toda la acción del Fundador, impregnada de universalidad, se inspiraba en la luz recibida de Dios el 2 de octubre de 1928, confirmada por otra inspiración divina, cuando celebraba la Santa Misa el 7 de agosto de 1931, fiesta de la Transfiguración, entonces en Madrid: "Comprendí que serán los hombres y mujeres de Dios quienes levantarán la Cruz con las doctrinas de Cristo sobre el pináculo de toda actividad humana...". (Al paso de Dios, p. 71) .

No hacía falta anadir "y en todo el mundo", pues se daba por supuesto, como lo confirma la realidad que contemplamos hoy.