Sonríe, mujer


Nieves García

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La vida es muy seria

        Todos soñamos con el día en el que no haya prisa para... llegar al trabajo, evitar el tráfico, entregar el trabajo de universidad o el informe mensual en el plazo previsto, pagar las deudas que nos presionan, llegar a la cita del médico... Todo se hace con prisa y si no, da la impresión de que lo que hacemos no es importante. Y en este acelere de vida, donde el tiempo corre delante de nosotros sin que nunca lo alcancemos, no podemos permitirnos el lujo de sonreír a los otros, porque tenemos... prisa.

        Pero el tiempo es la vida, y solo tenemos una. Vivirla entre seres humanos serios, y siempre con prisa, es una triste vida.

Hace mucha falta         Todas las mujeres conocemos por experiencia personal, el poder de una sonrisa. La hija sonríe al padre para pedir un permiso; la esposa al marido para sugerir una iniciativa diferente; la joven para disculparse por su impuntualidad; la anciana para ocultar su dolor. Hay mujeres que sonríen por imagen, otras para anunciar una pasta de dientes. Algunas sonríen cuando se adula su vanidad, otras cuando necesitan un favor. Yo no sé si antes las mujeres sonreían más, pero tengo claro que nos ayudaría mucho, ahora, que lo hiciéramos más a menudo.
Demostrada eficacia         Una sonrisa femenina, a tiempo, evita el desahogo del malhumorado compañero y la posible discusión; otras veces destensa la reunión de trabajo, y hasta puede mudar un enojo en carcajada. La sonrisa de una mujer conquista personas, serena a los niños, da seguridad al anciano, motiva al marido indeciso. Leon Tolstoi decía que el niño reconoce a la madre por la sonrisa, porque el hombre agradece desde niño la amabilidad.
Nada trivial         La mujer tiene una especial capacidad para empatizar con el otro. Entiende mejor el corazón humano. Lo llaman intuición femenina. Su sensibilidad le permite “sufrir” con el otro, ponerse en lugar, compadecerse de verdad. Y cuando la mujer descubre al hombre indefenso, no puede evitar que ese sentimiento de ternura que le viene dado por su natural afectivo, la invada. Entonces, sonríe, como una forma de decir al otro: no te preocupes, apóyate en mí. Esa sonrisa es un abrazo que acoge y da seguridad. La fortaleza de la mujer empieza cuando sonríe en los momentos tristes.
Hace mucha falta

        Para que la mujer sonría tiene que aprender a vivir “despacio”, sin dejarse atropellar por el torbellino de las circunstancias. Necesita tiempo para estar atenta a los otros, a los suyos... Cuando los vea, descubrirá sus necesidades; y si las descubre, se entregará a remediarlas. La mujer es madre siempre. Entonces sonreirá pero lo hará desde dentro y su sonrisa tendrá luz.

        Por eso, si alguien tiene que sonreír mucho, en el claroscuro mundo de hoy, es la mujer. Todos se lo vamos a agradecer.