Atiendo a 9 hijos y sólo pido justicia

Lourdes Rivero Sánchez-Guardamino 25/04/2003 www.PiensaUnPoco.com

Parece injusto         Las motivaciones de un buen político para dedicarse a su profesión son ideológicas: quiere prestar un servicio a la sociedad por el bien de todos sus ciudadanos. Si no, ¡vayan a un mitin político y verán! A todos nos parecería grotesco que tan sólo lo hicieran por dinero. Iría en contra de sus principios... Pero cobran, ¡y vaya que si cobran! Y a todo el mundo le parece normal: "prestan un servicio a la sociedad".

        Las amas de casa, de igual manera, prestamos un servicio a la sociedad ya que nos dedicamos por entero a su base: la familia. También dependen de nosotras las carteras de economía, de educación, de asuntos sociales, de sanidad... a pequeña escala. También lo hacemos movidas por ideales. Y yo me pregunto: "¿Por qué (añádase el taco que se prefiera) no tenemos una retribución económica a nuestro trabajo profesional?".Y si encima tenemos hijos menores de tres años, "¿Por qué (ídem) no tenemos derecho a ese mísera –pero real– aportación de 100 euros al mes?."

Lógica aplastante

        Yo tengo 9 hijos. El mayor de 16 años y el pequeño, de 6 meses. No tengo ayuda en casa porque no me la puedo pagar: eso sí, si la tuviera y ella a su vez fuera madre de bebé como yo, ella sí que tendría derecho a cobrar los 100 cochinos euros, pero ¡yo no! Las mujeres como yo somos, junto a los "sin papeles", las "sin derechos". ¡Y ya estoy harta!

        No quiero trabajar fuera de casa porque para pagar a otra persona lo que gane, prefiero hacerlo yo: nadie va a educar a mis hijos mejor que yo porque nadie los va a querer como los quiero yo. Y no es caridad lo que pido, exijo justicia.

Parezco tonta Mis hijos –9– van a cotizar el día de mañana (por cierto, que yo he ahorrado al estado 36 meses de baja maternal). Mis hijos –9– formarán el día de mañana, si Dios quiere, familias que garanticen el tan necesitado relevo generacional. Creo que mi contribución a la sociedad merece ser tratada con justicia y sin agravios comparativos.

        No tengo horarios porque trabajo a todas horas. No tengo vacaciones porque siempre hay que comer y vivir dignamente. Y aunque soy feliz, no soy imbécil y ya estoy harta de que me tomen como tal.