A la defensa del embrión humano
Fernando Pascual, L.C.
Autoridad y libertad en la educación de los hijos
Victoria Cardona

        Defendemos lo que es precioso, lo que es importante, lo que tiene valor, lo que necesita ayuda. Por eso, precisamente por eso, estamos llamados a defender al embrión humano.

        Para algunos, un embrión humano es material biológico, disponible para la investigación. Para otros, es ciertamente una vida humana, pero supeditada en sus “derechos” al reconocimiento que otorgue (o que no otorgue) su madre. Para otros, es, sobre todo, un hijo.

        La situación en la que hoy se encuentran millones de embriones humanos es dramática. Unos empiezan a existir en clínicas de la reproducción artificial, donde se evalúan según la calidad que tengan, donde son seleccionados los mejores y marginados los peores, donde muchos son congelados como “material” disponible según las necesidades.

        Otros embriones inician su vida en el seno materno. Allí, en un lugar escondido e íntimo, corren el peligro de ser eliminados por el aborto, con técnicas diferentes que tienen un objetivo idéntico: aniquilarlos.

        Otros embriones crecerán hasta llegar al día del parto, pero encontrarán a su alrededor un mundo difícil, lleno de incomprensiones y de desprecios, o situaciones de injusticia como las que provocan el hambre de millones de niños.

        El embrión humano vive hoy situaciones de grave desamparo, lo cual exige una reacción sincera y valiente de los amantes de la justicia. No podemos aceptar con indiferencia el uso o la eliminación de millones de embriones simplemente porque unos, los más fuertes, los rechazan.

        Por lo mismo, todo esfuerzo cultural y social orientado a reconocer y a defender la dignidad de los más pequeños e indefensos miembros de nuestra especie será bienvenido. Su simple existencia merece ayuda y protección: porque son hermanos nuestros y, sobre todo, porque están unidos a sus respectivas madres por los vínculos maravillosos de la filiación humana.