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A
sus 25 años, la Hermana Ana María de la Peña ha
vivido ya todo un itinerario espiritual complejo: una infancia con fe
pero poca práctica, una adolescencia de ateísmo y amargura
y una juventud adulta en la alegría del amor de Dios.
Familia
de católicos ocasionales En la catequesis de Primera Comunión le preparó un sacerdote que era "muy pero que muy bueno, nos tenía a todos los niños en el bolsillo. Y el buen recuerdo que tengo de las cosas de Dios de cuando era pequeña es gracias a él. Siempre me llamó la atención como este sacerdote miraba a Jesús en el Sagrario y yo empecé a desear querer a ese Jesús que él quería tanto". También tuvo una profesora en su colegio público "que era una enamorada de la Virgen. Tenía una imagen de la Virgen en clase, le teníamos que rezar todos los días y en el mes de mayo llevarle flores, cantar la Salve en latín ... A mí esas cosas me encantaban y fue una experiencia bonita de Dios en mi infancia". Exigencia
adolescnte y una mala parroquia "La parroquia a la que fui digamos que era muy incoherente. Yo siempre he sido una persona muy radical para todo, me gusta que lo blanco sea blanco y lo negro sea negro, y cuando no hay coherencia, me repele. Así que me enfadé con la Iglesia. Yo veía que lo que me decían y lo que ellos vivían en ese sitio no coincidía". "Aparte de eso, como era una adolescente, empecé a vivir una serie de cosas que ya no son tan inocentes, y la conciencia me remordía. Hay cosas que da mucha vergüenza confesar, y se unió la incoherencia que yo veía, con mi conciencia que me decía que estaba viviendo mal. Algunas de mis amigas empezaron a escuchar grupos de música claramente anti-católicos cuyas letras eran contra la Iglesia y todo lo religioso así que yo me empecé a convencerme de eso, que yo escuchaba a través de la música. Me venía bien pensar mal de la Iglesia para justificar mi conciencia. Y como siempre he sido radical para todo me metí de cabeza . Comencé un camino de rebeldía fuerte". Ser
duro en un mundo amargo "Yo era muy dura con mis compañeros. Tampoco es que diese palizas, ni cosas de esas, pero digamos que no dejaba que nadie se pusiese en mi camino. Me encargaba de que si alguien me hacía algo lo pagase caro. A la gente le daba una especie de miedo mi forma de ser". "Además en esa época, había muchos problemas en mi familia. Todo lo que me rodeaba era un poco amargo. También la música que escuchaba transmitía amargura. Pronto mi visión del mundo fue esa, un sitio amargo y oscuro donde todos eran malos y yo tenía que serlo más, para que nadie me pisase. Eso era un poco lo que tenía dentro: rabia, desesperación". Leer
y estudiar pero ¿para qué? Lo único que le interesaba, curiosamente, era leer y estudiar. "Era como un alivio, lo único con lo que yo disfrutaba". Pero, estudiar ¿para qué? No quería formar una familia, no soñaba con nada. Y Ana recuerda que se dijo a sí misma: bueno, pues estudiaré, haré algún descubrimiento científico para hacer algún aporte a la humanidad, y después me suicido, y ya está. Tenía 13 o 14 años, era una estudiante inteligente y lectora ávida... y esa era su visión de la vida. Esa era su situación cuando un día en clase el profesor comenzó a explicar las distintas teorías sobre el origen de universo. "No
digas eso, Dios existe"... y recordó Y eso bastó para hacer pensar a Ana. "No dijo nada más. No dio más argumentos. Pero estuve tres días sin poder parar de pensar en ello. Y empecé a acordarme de cuando era pequeña, y de la experiencia de Dios que yo había tenido entonces. Y de pronto empecé a echar de menos aquella paz, y aquella limpieza que yo tenía cuando era pequeña. Pero no sabía como encontrar el camino de vuelta. Me había lanzado de cabeza, y no sabía cómo volverme a levantar". Y Ana hizo algo que muchos no logran hacer: pedir ayuda. "Decidí pedirle ayuda, a esa compañera. Me acerqué a ella y le dije, Oye, yo quiero creer en Dios, ¿me ayudas? En ese momento ella no sabía si era una broma, si me estaba riendo de ella, si había cámaras ocultas, o algo así". Monjas,
¿gente rara que canta en latín? "Y allí estaban las Siervas del Hogar de la Madre. Desde el principio me trataron como si me conociesen de toda la vida, con mucho cariño. Y todo lo que yo les preguntaba ellas me lo iban explicando". Conociendo
jóvenes cristianos alegres "Un día, que estábamos en la capilla, Jesús me habló en mi corazón y me dijo, ´Ahora decídete. O sigues por aquí, o te vuelves a ir donde estabas, pero doble vida, no´. Entonces viendo que la vida que llevaba antes no merecía la pena, me dije ¡me quedo con ésta que he encontrado!" Si nuestra hija
va a misa, ¿está en una secta? "Mis padres pensaron que me había metido en una secta. Intentaron alejarme de todo lo que oliese a religioso y a partir de aquí empezó una película, que fue intentar esconderme de mis padres para ir a la Misa y todas esas cosas. Yo, ahora los entiendo, porque claro, fue un cambio muy radical. La verdad es que ahora lo recuerdo y me río", admite. Responder
por quienes no lo hacen Desde entonces ya han pasado unos años. Cumplidos los 25, Ana lo tiene claro: "Estoy muy agradecida al Señor por haberme sacado de esa oscuridad en la que vivía y ahora intento ser un testimonio de amor apasionado por el Señor y transmitir esa ilusión y esa esperanza que pienso que solo Él puede dar de una forma permanente".
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