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Científica,
escritora y dueña de una arrolladora personalidad, Rita Levi
Montalcini ha sido sin duda una mujer comprometida y perseverante en
sus ideales.
Cuando el pasado 30 de diciembre fallecía en Roma a los 103 años de edad, la Santa Sede mostraba también su pesar por la pérdida de la célebre investigadora a través de su portavoz, Federico Lombardi, que se refirió a ella como una figura eminente, no solo por sus altos méritos científicos, sino también por su compromiso civil y moral que la convirtieron en una inspiración para la comunidad italiana e internacional. La
religión del bien Aún declarándome laica o mejor, agnóstica y librepensadora, envidio a quien tiene fe y me considero profundamente creyente si por religión se entiende creer en el bien y en el comportamiento ético: si no se persiguen estos principios, la vida no merece la pena ser vivida, explicaba en una entrevista en el año 2006. Mujer
pionera y Nobel de Medicina Miembro de las más prestigiosas academias científicas internacionales, fue la primera mujer admitida en la Pontificia Academia de las Ciencias, en 1974, y, según sus propias palabras, tuve una buena relación con Pablo VI y con Wojtyla, también con Ratzinger, aunque menos profunda que con Pablo VI, al que estimaba mucho. No la tuve en cambio con aquel considerado el Papa Bueno, Roncalli (Juan XXIII), que para mí no era bueno, porque era muy amigo de Mussolini y cuando comenzaron las leyes antifascistas dijo que había hecho un gran bien a Italia. Afecto
hacia el Papa Víctima
de la persecución nazi Rita se recluyó entonces en su habitación, donde montó un pequeño laboratorio: Los jóvenes de hoy ignoran casi por completo todo aquello, y a veces no creen que el Holocausto ocurrió verdaderamente. A mí me parece que recordar las tragedias que ocurrieron hace casi un siglo es absolutamente necesario y útil, sobre todo para no repetirlas. Es necesario liberar al hombre de la obsesiva cortesía hacia los individuos con un fuerte carisma y privados de moral, como todos aquellos que dirigieron las tragedias de mediados del siglo pasado: Hitler, Mussolini, Stalin, Mao... En mi caso, no siento rencor personal; sin las leyes raciales, que determinaron que los judíos éramos una raza inferior, no hubiera tenido que recluirme en mi habitación para trabajar, en Turín y luego en Asti, en el que fue un tiempo tan fructífero para mi investigación. Nunca me sentí inferior por eso, reconocía. Allí, en su encierro investigador obligado transcurrió toda la Segunda Guerra Mundial hasta que en 1946 aceptó una invitación de la Universidad de Washington, donde finalmente se quedó 30 años y donde realizó la mayoría de su trabajo científico por el que acabaría recibiendo, junto a Stanley Cohen, el premio Nobel de Medicina. Un
cerebro vivo Descanse en paz Rita Levi, la mujer que demostró con el ejemplo que el cuerpo se arruga, pero no el cerebro. Y, cabría decir, mucho menos el espíritu. | |||||
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