Helen Kafka: la mataron en Austria por poner crucifijos en el hospital

Esta monja enfermera, beata de la Iglesia, celebra su fiesta el 29 de octubre; fue mártir del nazismo.

El Noveno Día

        El 21 de junio de 1998, Juan Pablo II celebraba en Austria la beatificación de Helen Kafka, monja hospitalaria franciscana de la caridad, cuya fiesta se celebra el 29 de octubre. Los nazis la mataron poco después de que ella, desafiándolos, colocase crucifijos en el ala nueva del hospital donde servía.

        El Papa polaco señaló el testimonio de la religiosa y declaró en su discurso: "a los cristianos nos pueden quitar muchas cosas, pero no dejaremos que nos quiten la Cruz como signo de salvación. ¡No dejaremos que la quiten de la vida pública!

        Escucharemos la voz de nuestra conciencia que dice: hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 5,29)."

La historia de Helen Kafka

        Era una mujer fuerte, de gran carácter y personalidad. Como enfermera anestesista, conocía de primera mano, por su trabajo cotidiano, la experiencia del dolor. Cuando los nazis intentaron imponer su moral e ideología en el hospital, ella se resistió. Le cortaron la cabeza el 3 de marzo de 1943.

        Nació el 1 de mayo de 1894 en Husovice, cerca de Brno, en Moravia, la zona más católica de la actual República Checa. Con dos años, sus padres y sus 6 hermanos se instalan en Viena. Su padre era zapatero. Ella, ya de muy joven, quería ser religiosa. Con 20 años entró en la Congregación Hospitalaria de los Franciscanos de la Caridad de Viena, con el deseo de servir a los más pobres y enfermos, tomando el nombre de Sor María Restituta, en honor a una antigua mártir de la Iglesia. En poco tiempo llegó a ser una experta ayudante anestesista.

        "Fue una auténtica enfermera, pronto se convirtió en una institución en Mödling; su capacidad como enfermera, su determinación y calor hacían que muchos la llamasen Sor Resoluta, en vez de Sor Restituta", declaró Juan Pablo II en la beatificación.

        En marzo de 1938, se produce el Anschluss, la anexión de Austria por Alemania sin combate. Las nuevas autoridades políticas pro-nazis prohiben que haya crucifijos en los hospitales. En el hospital católico de Sor Restituta se ha construido una ala nueva... y en cada habitación ella coloca un crucifijo, en abierto desafío a la normativa.

Un médico la delató a la Gestapo

        Un médico de ideología nazi la delata a las autoridades. La Gestapo la vigila y la detiene el Miércoles de ceniza de 1942 con la excusa de haber escrito poemas satíricos sobre Hitler. En su frente había recibido la cruz de ceniza esa mañana.

        Se le sentenció a muerte por "ayudar y animar al enemigo en la traición a la patria y conspirar con alta traición". La persecución religiosa nazi, fuese en Italia, Alemania, Polonia u otros país, costó la vida a miles de curas y monjas, pero las sentencias (si las había) nunca hablaban de religión, sino, simplemente, de "traición" o "conspiración". En esos años y los siguientes, la misma excusa se daba en el bloque soviético, y aún hoy en China o Vietnam.

        Durante meses Sor Restituta reza en prisión y cuida a otros presos, que la adoran. Los nazis la sometieron a una última prueba: si renunciaba a las Hermanas Franciscanas, le darían la libertad. Ella rechazó la oferta. Fue decapitada el 3 de marzo de 1943 en la prisión de Viena. El capellán de la prisión le hizo la señal de la cruz en la frente antes de la ejecución. Sus últimas palabras conocidas fueron: "he vivido por Cristo; quiero morir por Cristo".

        "Mirando a la beata Sor Restituta podemos ver a qué alturas de madurez interior puede llegar una persona conducida por la mano divina. Arriesgó su vida para ser testigo de la Cruz. Mantuvo la cruz en su corazón, dando testimonio otra vez antes de ser ejecutada, cuando pidió al capellán que le hiciese el signo de la cruz en su frente", señaló Juan Pablo II durante la beatificación.

        Enfermera, anestesista, luchadora contra el dolor, mujer consagrada a sus enfermos y a Dios, sin miedo al poder político ni a la muerte, ella se arriesgó por el signo de la cruz.

        Su fiesta, cada 29 de octubre, recuerda el esfuerzo nazi por esconder los crucifijos, y la valentía desafiante de una mujer en tiempos de muerte y tiranía.