¿Una nueva feminidad?
Contra la teoría de género, hay algo esencial en el ser de la mujer y en el ser del hombre que nunca jamás se puede borrar o transformar.
Francesc Torralba Roselló
Isabel la Católica

 

 

 

 

Una problemática relativamente reciente

        La teoría de género puede ser considerada, sin duda, una de las aportaciones más novedosas y más discutibles a las ciencias sociales de las últimas décadas. Si bien la teoría de género es fruto del pensamiento feminista, no debe confundirse con éste, puesto que no se trata de una teoría sobre las mujeres sino que aborda la construcción identitaria de las personas al utilizar la palabra género en contraposición a sexo.

        Según esta teoría, el género es una construcción cultural a la que se adscriben roles sociales, aptitudes y actitudes a las personas en función de su sexo biológico. Podemos llegar a decir, por tanto, que hombres y mujeres se desarrollan simultáneamente: se llega a ser hombre o mujer a lo largo de todo un proceso en el cual intervienen agentes socializantes como la familia, la escuela y otras instituciones sociales.

        En nuestra cultura se han considerado tradicionalmente mujeres y hombres con características distintas e incluso opuestas, lo que ha generado creencias sobre lo que es femenino y masculino que sólo recientemente se han empezado a cuestionar.

        Estas creencias o estereotipos tradicionales adscriben a la mujer ciertos valores y cualidades tales como la pasividad, paciencia, abnegación, ternura, sensibilidad, acción orientada a la familia, emotividad. Por el contrario, en el caso del varón el modelo tradicional le otorga las siguientes cualidades: racional, capaz de ejercer el control sobre su entorno medioambiental y social extradoméstico, amplia movilidad por el espacio público, independiente, egocéntrico, agresivo, sexuado, activo, dominador y con gran capacidad para ejercer autoridad y poder.

        Para algunos autores como el sociólogo Parsons, encontraríamos dos tipos de roles de género definidos institucionalmente, a saber: el rol instrumental y el rol expresivo. El rol masculino o instrumental estaría definido por características como la productividad, la eficacia, la inhibición de emociones, la actuación en busca del interés personal, la evaluación de los demás a partir de su rendimiento y la utilización de los demás como un medio y no como un fin en sí mismo.

        El rol femenino o expresivo, por el contrario, se definiría por la búsqueda de integración, la realización emocional, la cohesión de grupo, la estabilidad, la consideración del interés colectivo, la evaluación de los demás a partir de sus cualidades personales y la aceptación del otro como un fin en sí mismo y no como un medio. Según Parsons estos roles deben estar bien diferenciados para asegurar la propia supervivencia del sistema social.

La cosa no es tan trivial

        Sin embargo, desde hace unas décadas y sobre todo en el momento actual, aparece un nuevo modelo de feminidad, más vinculado al estereotipo de transgresora y que representa un valor en alza debido a su compatibilidad con las necesidades del mercado y del capital, que precisa incorporar mujeres como mano de obra de mercancía y como consumo. Esta nueva mujer se caracteriza por otras cualidades: ser independiente, tomar la iniciativa y dirigir su vida, combinar belleza con inteligencia y orientar la acción según sus propios intereses.

        La cuestión que uno se formula es si este nuevo modelo de feminidad resulta real y auténticamente expresivo de lo que es la feminidad o, simplemente, es la elaboración de otro tópico que, posteriormente, será también barrido.

        El primer feminismo, el de Simone de Beauvoir y otras, convirtieron a la mujer en una especie de hombre amputado. El feminismo de segunda generación, el que se está articulando hoy, muy unido a la sensibilidad ecológica, explora de nuevo la esencia de la feminidad y descubre elementos genuinos en el ser de la mujer que no responden a estímulos educativos y culturales. Quizás porque, contra la teoría de género, hay algo esencial en el ser de la mujer y en el ser del hombre que nunca jamás se puede borrar o transformar. Vamos por buen camino.