Mujer, ¿pregúntale a Dios si alguna vez te he dejado de adorar?

Marián Martínez-Osorio Del Río, www.PiensaUnPoco.com, miércoles, 22 de Mayo de 2002
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Esas cosas corrientes pero que hacen pensar a quién habitualmente piensa

        Madrid, calle Serrano, siete de la tarde de un sábado del mes de mayo. Una mujer camina deprisa, como todas las mujeres y los hombres que pasean por la calle Serrano en una tarde en la que los comercios están abiertos. Hay mucho jaleo esta tarde en la calle, el tráfico está enloquecido, como de costumbre cuando no es domingo, hay mucho ruido, ruido de ciudad, la mujer camina deprisa, alguien la está esperando en algún lugar de la calle Serrano.

        Antes de cruzar la calle Don Ramón de la Cruz su paso cambia de marcha, va disminuyendo la velocidad, ¿qué sucede?, está escuchando una música, es un violín, un violín y una guitarra "Mujer, si puedes tú con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez te he dejado de adorar", el semáforo se pone verde para los peatones y la mujer cruza, pero lo hace muy lentamente y sin apartar la mirada de los dos músicos que están en la acera de enfrente de la calle Serrano. Decelera mas todavía y sin darse cuenta se encuentra apoyada en un árbol frente a los músicos, ya no hay coches, ya no hay gente corriendo, ya no hay ruidos urbanos ni tiendas abiertas, ya no hay prisa, y el que la está esperando, que espere. En su mano lleva un vaso de plástico humeando café, pensaba tomárselo al llegar a su destino, pero la mujer comprende, su destino es éste, este árbol. Se toma el café y lo saborea como si fuera el único, el último, tira el vaso en una papelera que tiene a su lado, vuelve a apoyarse e! n el árbol y se enciende un cigarrillo, los músicos siguen tocando, "¿cuánto cobrarán por este concierto?"- se pregunta, pero sabe que es una pregunta estúpida, esos músicos están pidiendo limosna a cambio de arte y piensa que parte de los impuestos que pagan los ciudadanos al ayuntamiento deberían ir destinados a pagar a estos músicos callejeros, a éstos y a muchos otros, como aquella mujer que cantaba ópera en una esquina de la Plaza Mayor, como aquellos peruanos que alegraban un triste y desolador subterráneo que cruza una calle cualquiera de la ciudad, como aquel otro saxofonista que inundaba de melancolía el parque del Retiro en una tarde mojada de otoño, "deberían cobrar un buen sueldo por su trabajo".

Por que está vivo el amor         La mujer mira el reloj, ya va siendo hora de marcharse, aquel que la espera ya espera demasiado. Camina unos metros mas, pocos, pero su paso sigue siendo lento, muy lento, la música se va perdiendo. Llega a una pequeña plaza, se sienta en un banco, frente a ella hay un carrusel antiguo "Carrusel de Madrid. 1900", una niña rubia la saluda desde un caballito, los dos niños que hay detrás de ella hacen lo mismo, y el hombre que la estaba esperando, su marido, deja de esperar, sonríe y saluda.