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A través de un misionero. Era el año 2002. Recibimos una petición desde el norte de Turkana, entre Kenia y Sudán. Nos pedía equipamiento sanitario básico.
Iniciamos una campaña de prevención de la ceguera infantil. Los que participamos en esa campaña descubrimos que con pequeñas paradas en nuestra vida diaria podíamos cambiar muchas cosas.
Una realidad que no podíamos imaginar. Enfermedades que sólo conocíamos por los libros, que no habíamos visto ni de lejos. Pensábamos que íbamos a ayudar, pero nos cambió la vida y los ojos a nosotros.
Es como imaginamos que debió ser la Edad de Piedra. Gente que vive sin luz ni agua, ciegos irreversibles, enfermos abandonados en la calle. Ser ciego en África es estar condenado a morir.
Ya tenemos dos quirófanos, y dos consultas, apoyamos proyectos de misioneros. Los misioneros dan estabilidad a la cooperación. En África hay una Iglesia heroica y valiente.
Los misioneros no, la Iglesia está siempre donde se la necesita, contra viento y marea, porque tiene una motivación profunda.
Fue hace un año. En su nombre y con su nombre hemos creado una fundación. Uno de los proyectos es integrar a niños discapacitados en el tiempo de ocio normal de las familias.
En nuestra sociedad hay tremendas necesidades de afecto frente a la marginación, la soledad. Ayudamos a las familias con discapacitados, que se sacrifican tanto por ellos.
Si quieres ayudar de verdad, tienes que ser humilde. | |||||||
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