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Hasta cierto punto |
¿Se puede dar más cuando ya se está dando lo mejor?, me pregunté. Y la respuesta no se hizo esperar: a quien se ama no sólo hay que darle lo mejor, hay que darle TODO. Esta certeza me hizo recordar un breve experimento que he hecho con un video musical que llegó a mis manos el año pasado. Éste cuenta la historia de un fotógrafo y una estilista que se enamoran profundamente. Un día ella pierde la vista en un accidente y, aunque la recupera gracias a un transplante de córneas, no vuelve a saber más de su amado. Después de un tiempo ella se encuentra a un ciego sentado en una banca con una foto como única posesión. Cuando se reconoce a sí misma en la foto, reconoce también en el ciego a su querido artista y es entonces cuando comprende todo: él era quien le había donado sus ojos. El experimento ha sido muy simple: he compartido dicho video con diferentes personas desde adolescentes de preparatoria hasta madres de familia y la pregunta que les he hecho al finalizar la historia es: ¿qué piensas de lo que hizo el joven? También he recibido todo tipo de respuestas, pero una de las que más me llamó la atención fue la siguiente: mejor le hubiera dado un ojo y se hubiera quedado con uno. Así él podía seguir siendo fotógrafo y ella estilista y hubieran sido felices viéndose los dos. Mi primera reacción cuando escuché esta opinión de un joven universitario fue estar un poco de acuerdo con él y me quedé sin saber qué responder. Al poco tiempo tuve la oportunidad de repetir mi experimento, esta vez con la madre del joven, y cuando le comenté qué pensaba de la opción de haber donado sólo un ojo (sin decirle de su hijo...), me respondió sin pensarlo: el fotógrafo no hubiera demostrado que amaba en verdad a la chica si no le hubiera dado sus dos ojos, porque el amor lo da todo y no reserva nada para sí. ¡Qué diferencia tan grande entre la primera visión del amor y la segunda! Muchas personas seguimos pensando de modo romántico como este joven y creemos que el amor sí exige donarse pero con límites, a veces implica dolor pero no demasiado, puede requerir renuncias pero hasta cierto punto Podemos llamar a esta visión del amor un amor a la medida, porque para quienes pretendamos amar de este modo el punto de referencia siempre seremos nosotros mismos: nos entregamos mientras no estemos cansados, podemos soportar sólo si después nos darán algo a cambio, estamos disponibles siempre que no nos cambien nuestros planes | |||||
La medida del amor |
Afortunadamente, otros como aquella madre han descubierto con la experiencia lo que es el amor real, el amor que lo da todo. Quien ama en verdad, busca desinteresadamente el bien objetivo para aquel a quien ama, consciente de que para conseguir ese bien que el otro necesita siempre será necesario olvidarse de uno mismo, con los pequeños o grandes sufrimientos que implica en lo cotidiano. A veces será manejar cuando el otro está cansado, aprender a disfrutar la música que le gusta, respetar su silencio, apresurarse para no hacerle esperar Cuando en verdad amamos a alguien no amamos sólo lo mejor que hay en él, sino le amamos todo como es. Pues del mismo modo aquellos a quienes amamos no esperan sólo lo mejor de nosotros, sino esperan todo de nosotros. En un mundo en el que todo es cuantificable y limitado, ¡qué libertad da saber que el amor no tiene límite, pues la medida del amor es amar sin medida! Y no hace falta buscar momentos extraordinarios de la vida para entregar todo, como en el caso de los enamorados del video. No tenemos que esperar el fin de semana, por ejemplo, para ofrecer a los que amamos lo mejor de nosotros mismos. Por el contrario, la vida está hecha de muchos pequeños detalles y cada uno puede ser un gesto de amor. Al final, un día puede ser un acto de entrega de todo lo que somos si a cada momento buscamos hacer felices a los que amamos. Si aprovechamos los pequeños detalles en lo ordinario y silencioso para ofrecer todo a los que amamos, seguramente un día lo haremos en lo grande | |||||
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