Mujer de paz
Nieves García


¿Es contradictorio?

        Si nadie quiere la guerra, y todos ansiamos la paz, ¿por qué los índices de violencia y los conflictos armados crecen día con día, hasta en el seno de las misma familias? ¿Es posible que la voluntad universal de la humanidad no logre lo que desea? Según datos de Naciones Unidas, cada 18 segundos una mujer es maltratada en el mundo y al menos una de cada cinco es víctima de malos tratos en su propio hogar, según la OMS.

        Pudiera suceder que todos hablemos de paz, pero que entendamos realidades diversas. Hay para quienes la paz se identifica con la sola ausencia de conflictos; ciertamente es una consecuencia inmediata de la paz pero es un concepto algo pobre. En un cementerio hay ausencia de conflictos, pero también hay ausencia de vida. La paz de los sepulcros no es un ideal de paz para la humanidad. Otros defienden que la paz es un estado de serenidad interior, semejante al mecerse suave de una balsa en un lago tranquilo, nada lo altera, nada sucede, simplemente se siente uno “bien”. Pero entonces ¿dónde queda el esfuerzo por ser mejor y que implica lucha y tensión? ¿cómo se alcanzarán los ideales futuros si no se quiere romper la quietud del estado presente?. Este concepto de paz puede paralizarnos y alejarnos de la realidad de la vida, que es un continuo cambio, y exige un estado de alerta para enfrentar las sorpresas de la supervivencia.

Orden y paz

        Un hombre sabio, nacido en Hipona hace ya más de 1600 años, hizo una reflexión interesante que nos da una pista inteligente para entender la paz desde otro ángulo: “La paz no es la ausencia de actividad o de esfuerzos, sino la tranquilidad del orden. Cuando hay orden hay paz, aún en medio de una febril actividad”. La nueva clave para entender la paz proviene de entender entonces qué es el orden.

        Normalmente se entiende por orden la colocación de las cosas en el lugar que le corresponde o bien, la buena disposición de las cosas entre sí. “Cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa” sería la traducción casera que hizo mi madre y que oí cientos de veces de niña.

        Habrá quien piense que el orden resta espontaneidad, pero resulta que logra lo contrario; no limita sino potencia. Cuando se conoce “el lugar” que corresponde a cada ser, este puede llegar a ser lo que está llamado a ser. Un pez fuera del agua pierde la posibilidad de vivir. Reconozco al pez en su hábitat y le admiro en lo que es, precisamente en su lugar: el agua. El orden no limita, custodia y desarrolla el ser de cada objeto, animal o persona.

Orden y fines

        Al hablar del orden aplicándolo a la realidad ser humano se pueden usar en varios niveles: colocar al ser humano en su lugar natural, la familia y la sociedad; el orden aplicado al uso de las facultades, significa vivir guiados por una inteligencia clara que orienta la acción de la voluntad, y coloca la sensibilidad al servicio de la verdad y del bien. Pero también se puede hablar de un orden natural que nos descubre e inclina a elegir aquello que nos construye como seres humanos. Es el orden que permite que la libertad humana elija de forma adecuada porque pone al ser humano en camino a su realización. Se suele traducir en un lema universal bien conocido: “Haz el bien y evita el mal”. Este “bien”, al que se me invita, se me revela de acuerdo a unos fines naturales a los que tiendo como ser humano: la búsqueda incesante de la verdad, la experiencia necesaria para un mínimo de felicidad de amar y ser amado, la inclinación natural a ayudar al necesitado, a ser solidario, etc.

        Elegir en cada momento el bien adecuado no es fácil, pero si se hace mirando la brújula interior del “orden natural” que se lleva grabado en el corazón, se puede encontrar luz y fuerza para recorrer el camino de la vida. La paz entonces, viene siendo el fruto que se cosecha cosechado después muchas elecciones que han supuesto una conquista de nosotros mismos y un vencimiento de las dificultades externas.

Consecuencia de la guerra

        La paz no es la sola ausencia de un conflicto externo, porque si así fuera, estaríamos valorando de igual manera la paz del que triunfa a la paz del que nunca lo intentó. Y no es lo mismo la mediocridad que la lucha. La lucha por el bien es ya una victoria de vida.

        Por eso hay paz, cuando una esposa lucha por sacar adelante por su matrimonio, y ello le supone, hacer feliz a quien ama aunque haya momentos de fricción, y ello le suponga sacrificar sus gustos personales; hay paz cuando una madre está atenta y educa a cada uno de sus hijos aunque ello le suponga noches de desvelos, alzar de vez en cuando la voz, llevar con paciencia el dolor de cabeza, preocuparse por llegar a tiempo a la cita dentista y caer rendida en la noche al final del día. Hay paz, cuando en una familia, padre y madre tienen que trabajar fuera y se esfuerzan, con sus pequeñas disensiones de opinión, para dialogar y decidir quien pone esta semana la lavadora, pasa la aspiradora, hace el super de regreso del trabajo o acude a una cita del colegio de uno de los hijos. La paz es el fruto del esfuerzo por poner en la propia vida, cada cosa en el lugar que le corresponde. Para una mujer, esposa y madre, su marido y el cuidado solícito de sus hijos, antes que su comodidad o capricho. El orden conduce a la paz.

        La paz es pues, una conquista continua para hacer orden en la vida, e implica esfuerzo y tesón. La paz de un hogar, comienza en el corazón, de él y de ella, cuando ambos se proponen vivir de acuerdo al orden natural, escuchando con honestidad su corazón. Entonces la serenidad de su esfuerzo se reflejará espontáneamente en toda sus acciones, y así podrán educar a sus hijos en la paz verdadera, la que supone... una pequeña muerte diaria del “ego” personal, en bien de la alegría del “tú”. No olvidemos que el amor es el mejor guardián de la paz.

Algo de todos

        Dicen que la mujer está más predispuesta a la conciliación, pero la paz no es cuestión de género; depende más bien de una opción libre y constante por la verdad, el bien y el amor, sin miedo a lo que implique de renuncia personal. Sólo así se gana.

        Todos dicen querer la paz; es fácil hablar de paz pero no es tan fácil conquistarla. A lo mejor aquí se esconde la respuesta al enigma inicial ¿Por qué si todos queremos la paz, cada vez se nos hace una realidad más lejana en nuestras vidas?

        Podríamos tratar de empezar hoy a hacer orden en nuestra vida, e iniciar así la escalada que condice a la cumbre más anhelada: la paz del corazón.