Hay quien tiene; hay quien es
Es curioso detenerse a pensar ¿por qué si en nuestra era contamos con mejores medios para aprovechar el tiempo, tenemos la sensación de que siempre nos falta?
Nieves García

 



 

El tiempo siempre en el punto de mira

        En unos días, al menos la mitad del planeta, situada en el hemisferio norte, retomará sus actividades ordinarias y volverá al trabajo o al curso escolar correspondiente. Las carreteras de acceso a las ciudades principales volverán a llenarse de coches, el tráfico en la ciudad se hará más tenso; los ruidos, las prisas y el cansancio reaparecerán.

        Es curioso detenerse a pensar ¿por qué si en nuestra era contamos con mejores medios para aprovechar el tiempo, tenemos la sensación de que siempre nos falta? Esta sensación causa ansiedad que a menudo desemboca en angustia, o en frustración, o incluso en agresividad. Posiblemente se pueden dar muchas respuestas a esta pregunta, pero una posible contestación podría ser: al ser humano actual se le ha enseñado a tener más, es decir a ser propietario pero no a ser él mismo un regalo para otros.

        Cuando se vive para tener más (títulos, hijos, coches, dinero, placer fácil, satisfacciones….), es porque el “yo” se ha convertido en un propietario de cosas. Para este propietario las personas quedan reducidas a peldaños que él necesita para subir la escalera de su vida. A menudo se oye decir “Esta persona me ayuda a crecer”. ¿No será en ocasiones una expresión que refleja una visión utilitarista que se tiene de los demás? Nuestra sociedad tiende a educarnos pragmáticamente pero hay quienes lo viven en extremo, y entonces desarrollan unas cualidades muy particulares:

        El inconformismo habitual = siempre quiere más y mejores “cosas”.
La inseguridad = siempre teme perder lo que posee porque sabe que hay muchos factores que pueden influir, empezando por los otros. El otro es un ladrón potencial de su tesoro.

        La competencia como parámetro de éxito = su valor proviene siempre de tener más que los otros, ni siquiera de las cosas que posee. De nuevo el otro se descubre como enemigo que me puede superar.
Siempre le falta el tiempo para tener más = falta tiempo para trabajar más para poseer más prestigio, tiempo para más placer, tiempo para más viajes, tiempo para…

El valor de la misma realidad

        ¡Que distinta es la actitud de quien vive para ser! La vida se vuelve más sencilla y agradable. Ayuda recordar el final del cuento de la camisa del hombre feliz, a quien buscaba el rey para curarse… el hombre feliz de su reino, sencillamente no tenía camisa. El ser humano es un “quien” y no un “qué”, por lo tanto el espíritu que da vida al cuerpo humano, que le proporciona una inteligencia y voluntad libre y confiere a cada ser humano un valor absoluto, no se sacia con “posesiones” sino con experiencias interiores donde ese espíritu se alimenta de Verdad, de Bien y de Belleza. En otras palabras, el ser humano es un “quien”, especialmente porque ama. Para quien vive así, descubriendo que lo mejor de sí mismo es su capacidad de darse, externamente puede seguir la misma vida que todos: acudirá a su trabajo, a las clases, usará un coche o irá de compras, pero todo ello como medio para su único fin: amar a alguien. Curiosamente a estas personas se les distingue por otras cualidades:

        Viven el ahora, el momento presente, preocupándose por hacer feliz a alguien (puede ser de la propia familia, un compañero de trabajo, o al desconocido que le acompaña en el asiento en el autobús). Para ellos, el verbo amar se conjuga especialmente en presente.

        Suelen pensar en los otros antes que en ellos, y por lo mismo, la disponibilidad y la acogida suelen ser naturales en su comportamiento. El otro, lejos de ser un enemigo, es un alguien a quien quieren amar, y lo tratan con el respeto que ellos ya se tienen a sí mismos. No hay competencia, ni rivales, sino trabajo en equipo, relaciones sanas, comunicación franca, crecimiento y desarrollo de todos.

        Suelen ser libres de espíritu. Las circunstancias externas no son la medida de su libertad, porque su libertad es ejercida desde dentro, como una elección que hacen, en cada momento, ante lo que se les ofrece. A menudo, amar es sinónimo de “decidir amar” o “elegir amar”. Siendo así ¿Quién se lo puede impedir?

        Quizás la principal diferencia entre quien vive como propietario y quien vive regalándose, es que el primero suele arrastrar una sonrisa triste, y el último irradia una alegría serena y una paz que hacen de su compañía un placer, y de su vida un modelo. Unos buscan la felicidad y los otros la dan.