¿Seguimos siendo humanos?
Podemos comprender a los demás poniéndonos en su lugar con el corazón. Sólo de esta manera seremos más tolerantes, tendremos respeto y nos respetarán, no seremos únicamente críticos de la violencia sino también llevaremos a la práctica la paz, sólo de esta manera este mundo será más humano.
Mercedes Luján Berenguel
Lo distinto sobre lo mismo

        Hace unos días iba paseando por Roma con unas amigas, admirando la belleza de la ciudad, la historia escondida en sus monumentos, cuando al cruzar una calle pasó un coche demasiado cerca de nosotras. Llevaba las ventanillas bajadas y uno de los chicos que iban en el coche sacó la mano por una de ellas y disparó, claro, fue sólo un gesto, no llevaba pistola: sólo su mano nos disparó para fulminarnos, quitarnos de en medio, y ese gesto nos demostró que para él éramos como patitos de feria a los que disparar para que te den un premio.

        En su obra “La deshumanización del arte”, Ortega nos presenta una reflexión interesante para nuestro momento histórico. En una habitación hay un hombre ilustre agonizando, va a morir; junto a él se encuentra su esposa, un médico para controlar sus últimos momentos, un periodista que dará cuenta del momento y un pintor llegado allí por casualidad. Todos están ante la misma realidad, pero cada uno la ve desde distintos aspectos, tanto que para cada uno de estos personajes es un hecho diferente.

        Ortega mide la distancia espiritual de cada personaje con el hecho: la mujer está totalmente implicada en la escena, así que se funde con ella porque el dolor que siente por la muerte de su marido le hace ser parte de esa realidad. El médico está más alejado, se interesa pero no sufre por el enfermo, sino por su prestigio profesional, debe realizar bien su tarea, ésa es su implicación, lo que le hace involucrarse en la escena. El reportero está mucho más alejado, no tiene contacto sentimental, ni siquiera por su profesión, que por el contrario le obliga a ser objetivo, es decir, no involucrarse. Pero sí debe implicar a sus lectores cuando más tarde narre el suceso, por eso “finge” vivir la escena, pero no la vive. Por último, el pintor es totalmente indiferente, sólo contempla, percibe el exterior, no el sentimiento de la escena, sino la posible pintura.

        Así, los grados de cercanía al hecho coinciden con los de participación sentimental. La realidad es la agonía del hombre, es lo que se vive, la “realidad humana” que dice Ortega. Cuanto más cerca del hecho, más humanos se nos aparecen los personajes de la escena, mientras que las actitudes más lejanas son “inhumanas”.

¿Empatía?

        Para Ortega el arte se ha deshumanizado, es la nueva estética de su época (1925), el arte se aleja de la realidad no sólo abstrayéndola sino superándola, evadiéndola. Este diagnóstico del arte de su época podríamos plantearlo igualmente en la nuestra para todas las facetas de nuestro mundo, esta línea artística que defendió Ortega parece haber inundado todos los aspectos de nuestra realidad y al día de hoy hemos convertido este mundo en inhumano, pasamos por la vida sin implicarnos, sin vivir directamente, sin cercanía a los demás.

        El ser humano se aleja cada vez más de lo que en la historia de la filosofía se ha llamado “empatía”, que consiste en participar de forma emotiva en la realidad de otro sujeto, es decir, compartir hasta tal punto sus sentimientos que nos impliquemos en ellos. Todo lo contrario parece ser el estandarte con el que abrimos nuestro nuevo siglo, “tú verás”, “tú mismo”, “ése es tu problema”, son frases que usamos coloquialmente para desentendernos de la vida de los demás.

        La empatía es considerada uno de los fundamentos necesarios para la comunicación entre los hombres, pero en nuestra sociedad “falta tiempo” para hablar con los demás, hemos llevado el individualismo a tal extremo que en nuestra mente sólo tienen cabida nuestras preocupaciones, relegando a un segundo lugar a los demás, y cuando los tenemos en cuenta es sólo con la razón, no implicándonos, sino pensando su posición, no sintiendo lo que sienten, sino juzgando sus acciones.

La mujer mejor

        Si pretendemos mejorar en algo este mundo, hacerlo más humano, deberíamos poner el énfasis en desarrollar la sensibilidad de las futuras generaciones. Esta labor es tanto del hombre como de la mujer, pero es ésta la que puede percibir mejor este problema por sus aptitudes y sus capacidades.

        Este reto es muy amplio, sensibilizar es una palabra quizá demasiado abstracta para llevarla a la práctica, al menos para nuestra mentalidad, sin embargo podría empezar concretándose en poner las bases para que se de la empatía.

        Podemos comportarnos como el periodista ante el agonizante, observando pero no comprometiéndonos, o como el médico, participando en el hecho pero no sintiendo el dolor del otro; pero también podemos ser como la mujer, comprender a los demás poniéndonos en su lugar con el corazón. Sólo de esta manera seremos más tolerantes, tendremos respeto y nos respetarán, no seremos únicamente críticos de la violencia sino también llevaremos a la práctica la paz, sólo de esta manera este mundo será más humano.