Angela Ales Bello: La contribución del cristianismo a la cuestión femenina
 
El cristianismo ha contribuido decididamente a la dignidad de la mujer y a su emancipación, afirma en esta entrevista, Angela Ales Bello, catedrática de Historia de la Filosofía Contemporánea en la Universidad Pontificia Lateranense de Roma.
La profesora Angela Ales Bello ha dedicado dos de sus últimos trabajos a la cuestión femenina: «Sobre lo femenino. Escritos de antropología y religión», publicado en italiano por Città Aperta y «Lo Femenino entre Oriente y Occidente. Religión, Literatura, Historia, Cultura», publicado también en italiano con Anna Maria Pezzella en Città Nuova.
Angela Ales Bello es directora del Centro italiano de Investigaciones Fenomenológicas y ha editado en italiano todos los escritos de Edith Stein para la editorial Città Nuova.
 
 
CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 2 junio 2005 (ZENIT.org).
 
 


Dos nuevos libros sobre lo femenino. ¿Por qué tanto interés por la mujer y el cristianismo?

         Porque creo que la cultura occidental ha dado un impulso extraordinario a la cuestión de lo femenino, determinado en gran parte por el cristianismo, para poder llegar así al reconocimiento de la igual dignidad del hombre y la mujer.

        Es importante estudiar este argumento bajo el punto de vista religioso, filosófico e histórico, para avalar este proyecto, para establecer nuevas relaciones entre la mujer y el hombre y delinear una antropología dual.

¿Es esta antropología dual propia del cristianismo?

         El cristianismo nos ha dado las indicaciones teóricas para poder hablar de ello. Ha desempeñado una función histórica y cultural importante para enseñarlo a nivel práctico y transformar las costumbres.

        Es una función propia de la cultura occidental. Hablamos de cultura occidental refiriéndonos a Europa, las Américas y Australia. Como demuestra Occidente a propósito de la asimilación de los principios fundamentales del cristianismo, en el terreno religioso se elabora la visión antropológica y se juega la suerte de lo femenino.

No existen trabajos prohibidos a las mujeres. Edith Stein lo dijo y usted lo repite. ¿Qué dicen sobre ello, sus colegas?

         Generalmente es difícil hacerlo compartir, pero en entornos culturales existe una mayor disponibilidad y abertura, aunque no tenemos que ser demasiado optimistas.

        Los problemas más fuertes se advierten en otras dimensiones, a otros niveles. Todavía es una tarea pendiente para Occidente. Desde el punto de vista teórico ya se ha hecho mucho, también por parte de la Iglesia católica.

La mujer ha sido asociada tradicionalmente con la vida, pero a veces parece que esta vinculación con la vida la aleja del mundo intelectual, del pensamiento. Según usted, se trata de una contraposición falsa, porque precisamente la vida es el tema que más ha provocado al pensamiento.

         Se puede decir que la naturaleza femenina se orienta hacia la vida, pero esta orientación también está condicionada por la cultura: no olvidemos que la mujer a menudo ha sido obligada a manifestar sólo una dimensión y no ha tenido la posibilidad de desarrollar otras características.

        Pero no todas las mujeres –como no todos los hombres– están llamadas a expresarse a nivel intelectual. Cada uno tiene sus peculiaridades, con igual dignidad.

        La igualdad tiene un sentido jurídico muy importante, pero no lo es todo. La dignidad a la que hizo referencia Juan Pablo II es más amplia que la igualdad, pues también comprende la igualdad y tiene una dimensión más fuerte.

Así pues, ¿hace falta insistir en esta dignidad?

         Diría que se da la necesidad de profundizar y experimentar –porque no es sólo un hecho intelectual– la propia dignidad y luchar para que sea reconocida por todos. No con violencia, pero sí con firmeza, tratando de no aislarse, pero relacionándose con los demás: los vínculos pueden ayudar.

        También las instituciones eclesiásticas tienen que ayudar a las mujeres en esta tarea. Yo siempre me he sentido muy cómoda en mi trabajo universitario. Hay personas privilegiadas como yo que han tenido posibilidades, pero también otras que no tienen las mismas oportunidades y por tanto tenemos que dar nuestro testimonio.