* La santidad,
el verdadero afán por alcanzarla, no se toma pausas ni vacaciones
(Punto 129).
* Siempre he
entendido el descanso como apartamiento de lo contingente diario,
nunca como días de ocio.
Descanso significa represar: acopiar fuerzas, ideales, planes... En
pocas palabras: cambiar de ocupación, para volver después
con nuevos bríos al quehacer habitual. (Punto 514)
* El Señor,
después de enviar a sus discípulos a predicar, a su
vuelta, los reúne y les invita a que vayan con El a un lugar
solitario para descansar... ¡Qué cosas les preguntaría
y les contaría Jesús! Pues... el Evangelio sigue siendo
actual. (Punto 470)
* Voy a proseguir
este rato de charla ante el Señor, con una nota que utilicé
años atrás, y que mantiene toda su actualidad. Recogí
entonces unas consideraciones de Teresa de Ávila: Todo
es nada, y menos que nada, lo que se acaba y no contenta a Dios.
¿Comprendéis por qué un alma deja de saborear
la paz y la serenidad cuando se aleja de su fin, cuando se olvida
de que Dios la ha creado para la santidad? Esforzaos para no perder
nunca este punto de mira sobrenatural, tampoco a la hora de la distracción
o del descanso, tan necesarios en la vida de cada uno como el trabajo.
(Punto 10)
* Pensad que
Dios ama apasionadamente a sus criaturas, y ¿cómo trabajará
el burro si no se le da de comer, ni dispone de un tiempo para restaurar
las fuerzas, o si se quebranta su vigor con excesivos palos? Tu cuerpo
es como un borrico un borrico fue el trono de Dios en Jerusalén
que te lleva a lomos por las veredas divinas de la tierra: hay que
dominarlo para que no se aparte de las sendas de Dios, y animarle
para que su trote sea todo lo alegre y brioso que cabe esperar de
un jumento. (Punto 137)
* No existen
fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos, para
servir a Dios. Sólo surgen las malas jornadas cuando el hombre
las malogra con su ausencia de fe, con su pereza, con su desidia que
le inclina a no trabajar con Dios, por Dios. ¡Alabaré
al Señor, en cualquier ocasión! (Punto 52)