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Camino
Gracias, Dios
mío, por el amor al Papa que has puesto en mi corazón. (nº 573).
Católico,
Apostólico, ¡Romano! Me gusta que seas muy romano. Y que tengas
deseos de hacer tu "romería", "videre Petrum", para ver a Pedro. (nº
520).
Surco
Para tantos momentos
de la historia, que el diablo se encarga de repetir, me parecía una
consideración muy acertada aquella que me escribías sobre lealtad: "llevo
todo el día en el corazón, en la cabeza y en los labios una jaculatoria:
¡Roma!" (nº 344).
Cada
día has de crecer en lealtad a la Iglesia, al Papa, a la Santa Sede...
Con un amor siempre más ¡teológico! (nº 353).
Forja
Acoge la palabra
del Papa, con una adhesión religiosa, humilde, interna y eficaz: ¡hazle
eco! (nº 133).
Tu
más grande amor, tu mayor estima, tu más honda veneración, tu obediencia
más rendida, tu mayor afecto ha de ser también para el Vice–Cristo en
la tierra, para el Papa. Hemos de pensar los católicos que, después
de Dios y de nuestra Madre la Virgen Santísima, en la jerarquía del
amor y de la autoridad, viene el Santo Padre. (nº 135).
Que
la consideración diaria del duro peso que grava sobre el Papa y sobre
los obispos, te urja a venerarles, a quererles con verdadero afecto,
a ayudarles con tu oración. (nº 136).
La
fidelidad al Romano Pontífice implica una obligación clara y determinada:
la de conocer el pensamiento del Papa, manifestado en Encíclicas o en
otros documentos, haciendo cuanto esté de nuestra parte para que todos
los católicos atiendan al magisterio del Padre Santo, y acomoden a esas
enseñanzas su actuación en la vida. (nº 633).
Nuestra
Santa Madre la Iglesia, en magnífica extensión de amor, va esparciendo
la semilla del Evangelio por todo el mundo. Desde Roma a la periferia.
Al
colaborar tú en esa expansión, por el orbe entero, lleva la periferia
al Papa, para que la tierra toda sea un solo rebaño y un solo Pastor:
¡un solo apostolado! (nº 638).
Ofrece
la oración, la expiación y la acción por esta finalidad: «ut sint unum!»
–para que todos los cristianos tengamos una misma voluntad, un mismo
corazón, un mismo espíritu: para que «omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!»
–que todos, bien unidos al Papa, vayamos a Jesús, por María. (nº 647).
Es Cristo
que Pasa
Homilía pronunciada el 4–V–1957
María edifica continuamente
la Iglesia, la aúna, la mantiene compacta. Es difícil tener una auténtica
devoción a la Virgen, y no sentirse más vinculados a los demás miembros
del Cuerpo Místico, más unidos también a su cabeza visible, el Papa.
Por eso me gusta repetir: omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!,
¡todos, con Pedro, a Jesús por María! Y, al reconocernos parte de la
Iglesia e invitados a sentirnos hermanos en la fe, descubrimos con mayor
hondura la fraternidad que nos une a la humanidad entera: porque la
Iglesia ha sido enviada por Cristo a todas las gentes y a todos los
pueblos.
Conversaciones
con Mons. Escrivá de Balaguer
Pregunta: Desde 1946 fijó usted su residencia en Roma. ¿Qué rasgos
de los Pontífices que ha tratado destacan en su recuerdo? (Entrevista
realizada por Jacques Guilleme–Brulon. Publicada en Le Figaro (París),
el 16–V–1966.)
Para mí, después de
la Trinidad Santísima y de nuestra Madre la Virgen, en la Jerarquía
del amor, viene el Papa. No puedo olvidar que fue S.S. Pío XII quien
aprobó el Opus Dei, cuando este camino de espiritualidad parecía a más
de uno una herejía como tampoco se me olvida que las primeras palabras
de cariño y afecto que recibí en Roma, en 1946, me las dijo el entonces
Mons. Montini. Tengo también muy grabado el encanto afable y paterno
de Juan XXIII, todas las veces que tuve ocasión de visitarle. Una vez
le dije: "en nuestra Obra siempre han encontrado todos los hombres,
católicos o no, un lugar amable: no he aprendido el ecumenismo de Su
Santidad..." Y el Santo Padre Juan se reía, emocionado. ¿Qué quiere
que le diga? Siempre los Romanos Pontífices, todos, han tenido con el
Opus Dei comprensión y cariño.
Amar a la
Iglesia
Homilía pronunciada el 4–VI–72, Domingo segundo después de Pentecostés.
Esta Iglesia Católica
es romana. Yo saboreo esta palabra: ¡romana! Me siento romano, porque
romano quiere decir universal, católico; porque me lleva a querer tiernamente
al Papa, il dolce Cristo in terra como gustaba repetir Santa
Catalina de Siena, a quien tengo por amiga amadísima.
Contribuimos a hacer
más evidente esa apostolicidad, a los ojos de todos, manifestando con
exquisita fidelidad la unión con el Papa, que es unión con Pedro. El
amor al Romano Pontífice ha de ser en nosotros un hermosa pasión, porque
en él vemos a Cristo. Si tratamos al Señor en la oración, caminaremos
con la mirada despejada que nos permita distinguir, también en los acontecimientos
que a veces no entendemos o que nos producen llanto o dolor, la acción
del Espíritu Santo.
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