![]() EN EL AÑO DEL ROSARIO, PRIMER MISTERIO DE GLORIA La Resurrección
del Señor Textos escogidos de san Josemaría Escrivá
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Al caer la tarde del sábado, María Magdalena y María,
madre de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar el
cuerpo muerto de Jesús. —Muy de mañana, al otro día, llegan al sepulcro,
salido ya el sol. (Mc 16, 1 y 2). Y entrando, se quedan consternadas
porque no hallan el cuerpo del Señor. —Un mancebo, cubierto de vestidura
blanca, les dice: No temáis: sé que buscáis a Jesús Nazareno: "non est
hic, surrexit enim sicut dixit", —no esta aquí, porque ha resucitado,
según predijo. (Mt 28, 5).
¡Ha resucitado! —Jesús ha resucitado. No está en el sepulcro. —La Vida pudo más que la muerte. Se apareció a su Madre Santísima. —Se apareció a María de Magdala, que está loca de amor. —Y a Pedro y a los demás Apóstoles. —Y a ti y a mí, que somos sus discípulos y más locos que la Magdalena: ¡qué cosas le hemos dicho! Que nunca muramos por el pecado; que sea eterna nuestra resurrección espiritual. —Y, antes de terminar la decena, has besado tú las llagas de sus pies..., y yo más atrevido —por más niño— he puesto mis labios sobre su costado abierto.
El día del triunfo del Señor, de su Resurrección, es definitivo. ¿Dónde están los soldados que había puesto la autoridad? ¿Dónde están los sellos, que habían colocado sobre la piedra del sepulcro? ¿Dónde están los que condenaron al Maestro? ¿Dónde están los que crucificaron a Jesús?... Ante su victoria, se produce la gran huida de los pobres miserables. Llénate de esperanza: Jesucristo vence siempre.
"Instaurare omnia in Christo", da como lema San Pablo
a los cristianos de Efeso; informar el mundo entero con el espíritu
de Jesús, colocar a Cristo en la entraña de todas las cosas. "Si exaltatus
fuero a terra, omnia traham ad meipsum", cuando sea levantado en alto
sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí. Cristo con su Encarnación,
con su vida de trabajo en Nazareth, con su predicación y milagros por
las tierras de Judea y de Galilea, con su muerte en la Cruz, con su
Resurrección, es el centro de la creación, Primogénito y Señor de toda
criatura.
Nuestra misión de cristianos es proclamar esa Realeza de Cristo, anunciarla con nuestra palabra y con nuestras obras. Quiere el Señor a los suyos en todas las encrucijadas de la tierra. A algunos los llama al desierto, a desentenderse de los avatares de la sociedad de los hombres, para hacer que esos mismos hombres recuerden a los demás, con su testimonio, que existe Dios. A otros, les encomienda el ministerio sacerdotal. A la gran mayoría, los quiere en medio del mundo, en las ocupaciones terrenas. Por lo tanto, deben estos cristianos llevar a Cristo a todos los ámbitos donde se desarrollan las tareas humanas: a la fábrica, al laboratorio, al trabajo de la tierra, al taller del artesano, a las calles de las grandes ciudades y a los senderos de montaña. Me gusta recordar a este propósito la escena de la conversación de Cristo con los discípulos de Emaús. Jesús camina junto a aquellos dos hombres, que han perdido casi toda esperanza, de modo que la vida comienza a parecerles sin sentido. Comprende su dolor, penetra en su corazón, les comunica algo de la vida que habita en El. Cuando, al llegar a aquella aldea, Jesús hace ademán de seguir adelante, los dos discípulos le detienen, y casi le fuerzan a quedarse con ellos. Le reconocen luego al partir el pan: El Señor, exclaman, ha estado con nosotros. Entonces se dijeron uno a otro: ¿No es verdad que sentíamos abrasarse nuestro corazón, mientras nos hablaba por el camino, y nos explicaba las Escrituras? Cada cristiano debe hacer presente a Cristo entre los hombres; debe obrar de tal manera que quienes le traten perciban el "bonus odor Christi", el buen olor de Cristo; debe actuar de modo que, a través de las acciones del discípulo, pueda descubrirse el rostro del Maestro.
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