![]() La Anunciación En su Carta apostólica "El Rosario de la Virgen María", Juan Pablo II ha invitado a los cristianos a rezar esta oración para aprender de Maria a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. En esta sección se irán publicando textos de san Josemaría sobre los misterios del Rosario. Ofrecemos a continuación algunos escritos del fundador del Opus Dei sobre el primer misterio gozoso. Textos escogidos de san Josemaría Escrivá
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No
olvides, amigo mío, que somos niños. La Señora
del dulce nombre, María, está recogida en oración.
Tú eres, en aquella casa, lo que quieras ser: un amigo, un criado,
un curioso, un vecino... Yo ahora no me atrevo a ser nada. Me
escondo detrás de ti y, pasmado, contemplo la escena: El Arcángel
dice su embajada... Quomodo fiet istud, quoniam virum non cognosco?
¿De qué modo se hará esto si no conozco varón?
(Luc., I, 34.).
Nuestra Madre es modelo de correspondencia a la gracia y, al contemplar su vida, el Señor nos dará luz para que sepamos divinizar nuestra existencia ordinaria. A lo largo del año, cuando celebramos las fiestas marianas, y en bastantes momentos de cada jornada corriente, los cristianos pensamos muchas veces en la Virgen. Si aprovechamos esos instantes, imaginando cómo se conduciría Nuestra Madre en las tareas que nosotros hemos de realizar, poco a poco iremos aprendiendo: y acabaremos pareciéndonos a Ella, como los hijos se parecen a su madre.
Tratemos de aprender, siguiendo su ejemplo en la obediencia a Dios, en esa delicada combinación de esclavitud y de señorío. En María no hay nada de aquella actitud de las vírgenes necias, que obedecen, pero alocadamente. Nuestra Señora oye con atención lo que Dios quiere, pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego, se entrega toda al cumplimiento de la voluntad divina: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra . ¿Veis la maravilla? Santa María, maestra de toda nuestra conducta, nos enseña ahora que la obediencia a Dios no es servilismo, no sojuzga la conciencia: nos mueve íntimamente a que descubramos la libertad de los hijos de Dios .
Para aprovechar la gracia que Nuestra Madre nos trae en el día de hoy, y para secundar en cualquier momento las inspiraciones del Espíritu Santo, pastor de nuestras almas, debemos estar comprometidos seriamente en una actividad de trato con Dios. No podemos escondernos en el anonimato; la vida interior, si no es un encuentro personal con Dios, no existirá. La superficialidad no es cristiana. Admitir la rutina, en nuestra conducta ascética, equivale a firmar la partida de defunción del alma contemplativa. Dios nos busca uno a uno; y hemos de responderle uno a uno: aquí estoy, Señor, porque me has llamado.
Cómo enamora la escena de la Anunciación. María ¡cuántas veces lo hemos meditado! está recogida en oración..., pone sus cinco sentidos y todas sus potencias al hablar con Dios. En la oración conoce la Voluntad divina; y con la oración la hace vida de su vida: ¡no olvides el ejemplo de la Virgen!
Considerad ahora el momento sublime en el que el Arcángel San Gabriel anuncia a Santa María el designio del Altísimo. Nuestra Madre escucha, y pregunta para comprender mejor lo que el Señor le pide; luego, la respuesta firme: fiat! ¡hágase en mí según tu palabra!, el fruto de la mejor libertad: la de decidirse por Dios.
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