Lo extraordinario de la vida ordinaria
Textos escogidos de san Josemaría Escrivá
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Las obras del Amor son siempre grandes, aunque se trate de cosas pequeñas en apariencia. Dios se ha acercado a los hombres, pobres criaturas, y nos ha dicho que nos ama: Deliciæ meæ esse cum filiis hominum , mis delicias son estar entre los hijos de los hombres. El Señor nos da a conocer que todo tiene importancia: las acciones que, con ojos humanos, consideramos extraordinarias; esas otras que, en cambio, calificamos de poca categoría. Nada se pierde. Ningún hombre es despreciado por Dios. Todos, siguiendo cada uno su propia vocación en su hogar, en su profesión u oficio, en el cumplimiento de las obligaciones que le corresponden por su estado, en sus deberes de ciudadano, en el ejercicio de sus derechos, estamos llamados a participar del reino de los cielos.
¿Cuántas madres has conocido tú como protagonistas de un acto heroico, extraordinario? Pocas, muy pocas. Y, sin embargo, madres heroicas, verdaderamente heroicas, que no aparecen como figuras de nada espectacular, que nunca serán noticia como se dice, tú y yo conocemos muchas: viven negándose a toda hora, recortando con alegría sus propios gustos y aficiones, su tiempo, sus posibilidades de afirmación o de éxito, para alfombrar de felicidad los días de sus hijos.
¿Has visto cómo levantaron aquel edificio de grandeza
imponente? Un ladrillo, y otro. Miles. Pero, uno a uno. Y
sacos de cemento, uno a uno. Y sillares, que suponen poco, ante la mole
del conjunto. Y trozos de hierro. Y obreros que trabajan,
día a día, las mismas horas...
Me escribía aquel muchachote: "mi ideal
es tan grande que no cabe más que en el mar". Le contesté:
¿y el Sagrario, tan "pequeño"?; ¿y el
taller "vulgar" de Nazaret?
Insisto: en la sencillez de tu labor ordinaria, en los detalles monótonos de cada día, has de descubrir el secreto para tantos escondido de la grandeza y de la novedad: el Amor.
"Oyendo esto que ha venido a la tierra el
Rey, Herodes se turbó, y con él toda Jerusalén".
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