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(...) La procesión del Corpus hace presente a Cristo por los pueblos
y las ciudades del mundo. Pero esa presencia, repito, no debe ser cosa
de un día, ruido que se escucha y se olvida. Ese pasar de Jesús
nos trae a la memoria que debemos descubrirlo también en nuestro
quehacer ordinario. Junto a esa procesión solemne de este jueves,
debe estar la procesión callada y sencilla, de la vida corriente
de cada cristiano, hombre entre los hombres, pero con la dicha de haber
recibido la fe y la misión divina de conducirse de tal modo que
renueve el mensaje del Señor en la tierra. No nos faltan errores,
miserias, pecados. Pero Dios está con los hombres, y hemos de disponernos
para que se sirva de nosotros y se haga continuo su tránsito entre
las criaturas.
Vamos, pues, a pedir al Señor que nos conceda ser almas de Eucaristía,
que nuestro trato personal con El se exprese en alegría, en serenidad,
en afán de justicia. Y facilitaremos a los demás la tarea
de reconocer a Cristo, contribuiremos a ponerlo en la cumbre de todas
las actividades humanas. Se cumplirá la promesa de Jesús:
Yo, cuando sea exaltado sobre la tierra, todo lo atraeré hacia
mí (Ioh XII, 32).
Es Cristo que pasa, 156
Considera lo más hermoso y grande de la tierra..., lo que place
al entendimiento y a las otras potencias..., y lo que es recreo de la
carne y de los sentidos...
Y el mundo, y los otros mundos, que brillan en la noche: el Universo entero.
—Y eso, junto con todas las locuras del corazón satisfechas...,
nada vale, es nada y menos que nada, al lado de ¡este Dios mío!
–¡tuyo!– tesoro infinito, margarita preciosísima, humillado,
hecho esclavo, anonadado con forma de siervo en el portal donde quiso
nacer, en el taller de José, en la Pasión y en la muerte
ignominiosa... y en la locura de Amor de la Sagrada Eucaristía.
Camino, 432
¡Cuántos años comulgando a diario! —Otro sería
santo –me has dicho–, y yo ¡siempre igual!
—Hijo –te he respondido–, sigue con la diaria Comunión, y piensa:
¿qué sería yo, si no hubiera comulgado?
Camino, 534
¿Has pensado en alguna ocasión cómo te prepararías
para recibir al Señor, si se pudiera comulgar una sola vez en la
vida?
—Agradezcamos a Dios la facilidad que tenemos para acercarnos a El, pero...
hemos de agradecérselo preparándonos muy bien, para recibirle.
Forja, 828
Hemos de recibir al Señor, en la Eucaristía,
como a los grandes de la tierra, ¡mejor!: con adornos, luces, trajes
nuevos...
—Y si me preguntas qué limpieza, qué adornos y qué
luces has de tener, te contestaré: limpieza en tus sentidos, uno
por uno; adorno en tus potencias, una por una; luz en toda tu alma.
Forja, 834 |
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