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"Algunas consideraciones del beato Josemaría sobre
la Santa Cruz
en el inicio de la Cuaresma"
La Cuaresma conmemora los cuarenta días que pasó
Jesús en el desierto, como preparación de esos años
de predicación, que culminan en la Cruz y en la gloria de la Pascua.
Cuarenta días de oración y de penitencia. (...) No podemos
considerar esta Cuaresma como una época más, repetición
cíclica del tiempo litúrgico. Este momento es único;
es una ayuda divina que hay que acoger. Jesús pasa a nuestro lado
y espera de nosotros —hoy, ahora— una gran mudanza.
Es Cristo que pasa, 59 y 61
Jesús está extenuado. Su paso se hace más
y más torpe, y la soldadesca tiene prisa por acabar; de modo que,
cuando salen de la ciudad por la puerta Judiciaria, requieren a un hombre
que venía de una granja, llamado Simón de Cirene, padre
de Alejandro y de Rufo, y le fuerzan a que lleve la cruz de Jesús
(cfr. Mc XV, 21).
En el conjunto de la Pasión, es bien poca cosa
lo que supone esta ayuda. Pero a Jesús le basta una sonrisa, una
palabra, un gesto, un poco de amor para derramar copiosamente su gracia
sobre el alma del amigo. Años más tarde, los hijos de Simón,
ya cristianos, serán conocidos y estimados entre sus hermanos en
la fe. Todo empezó por un encuentro inopinado con la Cruz.
Me presenté a los que no preguntaban por mí,
me hallaron los que no me buscaban (Is LXV, 1).
A veces la Cruz aparece sin buscarla: es Cristo que pregunta
por nosotros. Y si acaso ante esa Cruz inesperada, y tal vez por eso más
oscura, el corazón mostrara repugnancia... no le des consuelos.
Y, lleno de una noble compasión, cuando los pida, dile despacio,
como en confidencia: corazón, ¡corazón en la Cruz!,
¡corazón en la Cruz!
Via Crucis, 5
Si salen las cosas bien, alegrémonos, bendiciendo
a Dios que pone el incremento. —¿Salen mal? —Alegrémonos,
bendiciendo a Dios que nos hace participar de su dulce Cruz.
Camino, 658
El amor tiene necesariamente sus características
manifestaciones. Algunas veces se habla del amor como si fuera un impulso
hacia la propia satisfacción, o un mero recurso para completar
egoístamente la propia personalidad. Y no es así: amor
verdadero es salir de sí mismo, entregarse. El amor trae consigo
la alegría, pero es una alegría que tiene sus raíces
en forma de cruz. Mientras estemos en la tierra y no hayamos llegado
a la plenitud de la vida futura, no puede haber amor verdadero sin experiencia
del sacrificio, del dolor. Un dolor que se paladea, que es amable, que
es fuente de íntimo gozo, pero dolor real, porque supone vencer
el propio egoísmo, y tomar el Amor como regla de todas y de cada
una de nuestras acciones.
Es Cristo que pasa, 43
Cruz, trabajos, tribulaciones: los tendrás mientras
vivas. —Por ese camino fue Cristo, y no es el discípulo más
que el Maestro.
Camino, 699 |