UN IDEAL PARA TODA LA VIDA

Salvador Canals, Ascética meditada, Ediciones Rialp, 1962

"...esa vida corriente, ordinaria, sin apariencia, puede ser medio de santidad: no es necesario abandonar el propio estado en el mundo, para buscar a Dios, si el Señor no da a un alma la vocación religiosa, ya que todos los caminos de la tierra pueden ser ocasión de un encuentro con Cristo."

Beato Josemaría Escrivá, 24-III-1930.


Una triste experiencia

         Si me lo permites, amigo mío, querría continuar reflexionando contigo sobre el mismo tema. Creo que ha llegado el momento de dar gracias humildemente a Dios: Laqueus contritus est nos liberati sumus, las ligaduras se han desatado y por fin somos libres, según las palabras del Salmista. Se han desatado las ligaduras de los prejuicios, de las ideas falsas, y estamos ahora convencidos de que la idea de la santidad tiene que abrirse paso en nuestra mente y en todas las mentes cristianas.

         Hemos empezado el camino: la perla preciosa ha brillado ante nuestros ojos, las riquezas del tesoro escondido han alegrado nuestro corazón. Sin embargo, hermano mío, he conocido almas, muchas almas, que llegadas a este punto, por un motivo o por otro (las "razones" y las excusas nunca faltan), no supieron ir más adelante. Una experiencia dolorosa, ¿no es verdad? Pero fecunda. Almas que habían visto, pero que cerraron los ojos o se adormecieron: almas que habían empezado y no continuaron, que hubieran podido hacer mucho y no hicieron nada.

Lo único de verdad importante

         Hace falta, como ves, pasar de la idea a la convicción, y de la convicción a la decisión. Debemos convencernos muy profundamente de que la santidad es para nosotros, de que la santidad es lo que el Señor nos pide antes de cualquier otra cosa. Porro unum est necessarium: Una sola cosa es necesaria. Que nunca te falte una fe solidísima en estas palabras divinas: la única derrota que se puede concebir en una vida cristiana –en tu vida– es la de demorarse en el camino que lleva a la santidad, la de desistir de apuntar a la meta. Hermano mío, la vida y el mundo carecerían de sentido si no fuese por Dios y por las almas. Esta vida nuestra no valdría la pena de vivirla si no estuviese iluminada en todo momento por una viva y amorosa búsqueda de Dios.

         Escucha: Quid prodest homini si mundum universum lucretur, animae vero suae detrimentum patiatur? De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si luego pierde su alma? ¿Para qué pensar en tantas cosas, si luego olvidamos la única que cuenta? ¿Qué importa resolver tantos problemas nuestros y de los demás, si luego no resolvemos el problema más importante? ¿Qué sentido tienen nuestros triunfos, nuestros éxitos –nuestro "subir"– en la vida, en la sociedad, en la profesión, si luego naufragamos en la ruta de la santidad, de la vida eterna? ¿Qué ganancias y qué negocios son los tuyos, si no te ganas el Paraíso y pierdes el negocio de tu santidad? ¿A qué miras con tu estudio y con tu ciencia, si luego ignoras el significado de la vida y te es desconocida la ciencia de Dios? ¿Qué son tus placeres, si te privan para siempre del placer de Dios? Si no buscas verdadera, ardientemente, la santidad, nada posees; si buscas la santidad lo posees todo: Quaerite primum regnum Dei et iustitiam eius et omnia adiicientur vobis! Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura.

Una decisión apasionada

         Medita, amigo mío, estas consideraciones y haz tú, por tu cuenta, otras muchas: consideraciones concretas y actuales para tu vida de ahora, para tu condición presente y para los peligros que amenazan tu alma; consideraciones que refuercen la profunda convicción que debes tener acerca de la santidad, porque ella es el único camino de felicidad temporal y eterna.

         Dominus meus et Deus meus. ¡Señor mío y Dios mío! Toda la decisión y toda la firmeza de estas palabras del apóstol Tomás deberemos ponerla en nuestro empeño de buscar la santidad sobre cualquier otra cosa. Debes estar firmemente decidido a ser santo y a ir hacia delante a toda costa. ¡Qué ejemplo tan luminoso el de Santa Teresa de Avila! Ir adelante por su camino desafiando el cansancio y la desconfianza y la debilidad y la muerte: "...aunque me canse, aunque no pueda, aunque reviente, aunque me muera".

         Y no olvides que lo que nos demora en nuestro camino no son las dificultades y los obstáculos que realmente se presentan: lo que nos demora es nuestra falta de decisión. Non quia impossibilia sunt non audemus, sed quia non audemus impossibilia sunt. No es que no nos atrevamos porque las cosas son imposibles, sino que las cosas son imposibles porque no nos atrevemos. La falta de decisión es el único verdadero obstáculo: una vez vencido, ya no hay otros, o, mejor, los superamos con gran facilidad. Que nuestro "sí" a Dios sea un "sí" decidido y que con su gracia, sea cada vez má audaz, total e indiscutido.

         Decía Lacordaire que: "La elocuencia es hija de la pasión: dadme un hombre con una gran pasión –añadía– y os haré de él un orador." Dadme un hombre decidido –podría decirte yo–, un hombre que sienta la pasión de la santidad y os daré un santo.

Cada instante es el mejor momento

         Que nadie nos supere en desear la santidad. Aprendamos, con la ayuda de Dios, a ser hombres de grandes deseos, a desear la santidad con todas las fuerzas de nuestra convicción y con todas las fibras de nuestro corazón: sicut cervus desiderat ad fontes aquarum, como el ciervo ansía las aguas de los frescos manantiales.

         Si tú, amigo, que lees estas líneas, eres joven, piensa en tu juventud, en esa juventud que es la hora de la generosidad: ¿qué uso haces de ella? ¿Sabes ser generoso? ¿Sabes hacerla fructificar en una eficaz y fecunda busca de la santidad? ¿Sabes enardecerte con estas ideas grandes... y convencerte... y decidirte?

         Pero si dejaste atrás la juventud y te adentraste ya en la vida, no te preocupes, porque ésta es la hora de Dios para ti; para El todas las horas son buenas, y a todas nos llama (en la de tercia, en la de sexta y en la de nona) para que nos convenzamos, para que nos decidamos y para que deseemos la santidad, como el mismo Jesús nos lo enseñó en la parábola de los obreros de la viña.

Tan sólo los propios deberes

Todas las edades son buenas, y te repito que cualquiera que sea tu condición, tu situación actual y tu ambiente tienes que convencerte, que decidirte y que desear la santidad. De sobra sabes que la santidad no consiste en gracias extraordinarias de oración, ni en mortificaciones y penitencias insostenibles, y que ni siquiera es patrimonio exclusivo de las soledades lejanas del mundo. La santidad consiste en el cumplimiento amoroso y fiel de los propios deberes, en la gozosa y humilde aceptación de la voluntad de Dios, en la unión con El en el trabajo de cada día, en saber fundir la religión y la vida en armoniosa y fecunda unidad, y en tantas otras cosas pequeñas y ordinarias que tú conoces.

         Haec via quae videtur. Este camino que parece... El camino es sencillo y claro.¡Convéncete, decídete, desea! Concreta tu esfuerzo y tu lucha, y persevera con amor y con fe. La Santísima Virgen, Reina de todos los Santos, si le pides luz y protección, te servirá de apoyo y de consuelo en la lucha.