Cristo sigue llamando a hombres y mujeres a seguirle
Palabras que pronunció Benedicto XVI al rezar la oración mariana del «Regina Caeli» junto a los fieles congregados en la plaza de San Pedro.
Ciudad del Vaticano, 7 mayo 2006.
Benedicto XVI. Una mirada cercana
Peter Seewald

Queridos hermanos y hermanas:

        En este cuarto domingo de Pascua, domingo del «Buen Pastor», en el que se celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, he tenido la alegría de ordenar, en la basílica de San Pedro, a quince nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma. Junto a ellos, pienso en todos los que, en todas las partes del mundo, durante este período, reciben la ordenación presbiteral. Al dar gracias al Señor por el don de estos nuevos presbíteros al servicio de la Iglesia, queremos ponerles en manos de María, invocando al mismo al mismo tiempo su intercesión para que crezca el número de quienes acogen la invitación de Cristo a seguirle por el camino del sacerdocio y de la vida consagrada.

        En este año, la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones tiene por tema «La vocación en el misterio de la Iglesia». En el mensaje que he dirigido a toda la comunidad eclesial con este motivo, he recordado la experiencia de los primeros discípulos de Jesús que, después de haberle conocido en el lago y en los pueblos de Galilea, quedaron conquistados por su atractivo y por su amor. La vocación cristiana implica renovar siempre esta amistad personal con Jesucristo, que da pleno sentido a la propia existencia y la hace disponible para el Reino de Dios.

        La Iglesia vive de esta amistad, alimentada por la Palabra y los Sacramentos, realidades santas confiadas de manera particular al ministerio de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos, consagrados por el sacramento del Orden. Por este motivo, como subrayé en el mismo mensaje, la misión del sacerdote es insustituible y, si bien en algunas regiones se registra escasez de clero, no hay que duda de que Dios sigue llamando a adolescentes, jóvenes y adultos a dejarlo todo para dedicarse a la predicación del Evangelio y al ministerio pastoral.

        Otra forma especial de seguimiento es la vocación a la vida consagrada, que se expresa en una existencia pobre, casta y obediente, totalmente dedicada a Dios, en la contemplación y en la oración, puesta al servicio de los hermanos, especialmente de los pequeños y de los pobres.

        No olvidemos, por otro lado, que también el matrimonio cristiano es una vocación en pleno sentido de la palabra a la santidad, y que el ejemplo de santos padres es la primera condición favorable para el florecimiento de vocaciones sacerdotales y religiosas.

        Queridos hermanos y hermanas: invoquemos la intercesión de María, Madre de la Iglesia, por los sacerdotes, los religiosos y las religiosas; recemos, además, para que las semillas de vocación que Dios siembra en el corazón de los fieles maduren y den frutos de santidad en la Iglesia y en el mundo.