Benedicto XVI recoge la herencia del Vaticano II sobre la vocación de los laicos

Palabras que dirigió Benedicto XVI el domingo a mediodía desde la ventana de su estudio a las decenas de miles de peregrinos que se congregaron en la plaza de San Pedro para rezar la oración mariana del Ángelus.

Ciudad del Vaticano, domingo, 13 de noviembre 2005.

 


 

Santos los que estamos en medio del mundo

Queridos hermanos y hermanas:

        Esta mañana, en la Basílica de San Pedro, han sido proclamados beatos los siervos de Dios Charles De Foucauld, presbítero, Maria Pia Mastena, fundadora de las Religiosas del Santo Rostro, y Maria Crocifissa Curcio, fundadora de la Congregación de las Religiosas Carmelitas Misioneras de Santa Teresa del Niño Jesús. Se suman al gran número de beatos que durante el pontificado de Juan Pablo II han sido propuestos a la veneración de las comunidades eclesiales en las que han vivido, con la conciencia de lo que el Concilio Vaticano II ha subrayado intensamente, es decir, que todos los bautizados están llamados a la perfección de la vida cristiana: sacerdotes, religiosos y laicos, cada uno según su propio carisma y su propia vocación específica.

        En efecto, el Concilio prestó gran atención al papel de los fieles laicos, dedicándoles todo un capítulo, el cuarto, de la constitución «Lumen gentium» sobre la Iglesia para definir su vocación y misión, arraigadas en el bautismo y la confirmación, y orientadas a «buscar el Reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales» (n. 31).

        El 18 de noviembre de 1965, los padres aprobaron un decreto específico sobre el apostolado de los laicos, «Apostolicam actuositatem». Subraya ante todo que «la fecundidad del apostolado seglar depende de su unión vital con Cristo» (n., 4), es decir, de una sólida espiritualidad, alimentada por la participación activa en la Liturgia y expresada en el estilo de las bienaventuranzas evangélicas.

Ejemplos vivos de nuestro tiempo

        Para los laicos, además, son de gran importancia la competencia profesional, el sentido de familia, el sentido cívico y las virtudes sociales. Si es verdad que están llamados individualmente a ofrecer su testimonio personal, particularmente precioso allí donde la libertad de la Iglesia encuentra impedimentos, el Concilio insiste en la importancia del apostolado organizado, necesario para influir en la mentalidad general, en las condiciones sociales y en las instituciones (Cf. n. 18). En este sentido, los padres alentaron a las diferentes asociaciones de laicos, insistiendo también en su formación en el apostolado. Al tema de la vocación y misión de los laicos el amado Papa Juan Pablo II quiso dedicar la asamblea sinodal de 1987, tras la cual fue publicada la exhortación apostólica «Christifideles laici».

        Al concluir, quisiera recordar que el domingo pasado, en la catedral de Vicenza, fue beatificada una madre de familia, Eurosia Fabris, conocida como «mamá Rosa», modelo de vida cristiana en el estado laical. Encomendamos a todo el pueblo de Dios a todos los que ya están en la patria celeste, a todos nuestros santos y en primer lugar a María santísima y a su esposo, José, para que crezca en todo bautizado la conciencia de estar llamado a trabajar con compromiso y con fruto en la viña del Señor.

[Después del Ángelus, el Papa saludo a los peregrinos].

[En castellano]

        Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, especialmente a las Hermanas Canonesas de la Cruz al final de su primer encuentro de renovación espiritual, a las comunidades parroquiales de San Martín y San Julián de Burgos, así como a los fieles presentes en la Beatificación de Charles de Foucauld, María Pía Mastena y María Crocifissa Curcio. Que el ejemplo de los nuevos Beatos os ayude a avanzar en el camino de santidad al que nos compromete nuestro bautismo. ¡Feliz domingo!