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Ciudad del Vaticano, 27 de febrero de 2005. |
El espíritu de la Cuaresma | ¡Queridos
hermanos y hermanas!
Os saludo con afecto a todos vosotros, reunidos en esta aula con motivo del acostumbrado encuentro del miércoles. Os doy las gracias cordialmente por vuestra presencia. Estamos recorriendo el camino cuaresmal, ayudados y estimulados por la liturgia, que nos exhorta a un particular compromiso de oración, ayuno y penitencia, y a una mayor solidaridad hacia el prójimo, en especial, hacia los pobres y necesitados. Abramos el corazón a las sugerencias interiores de la gracia. Que el egoísmo deje lugar al amor para que podamos experimentar la alegría del perdón y de la íntima reconciliación con Dios y con los hermanos. |
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