CIUDAD
DEL VATICANO, viernes, 8 octubre 2004 (ZENIT.org)
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Introducción
El Año de la Eucaristía comprometerá particularmente a la Iglesia a vivir el misterio de la santa Eucaristía. Jesús sigue caminando con nosotros e introduciéndonos en los misterios de Dios, abriéndonos al significado profundo de las Sagradas Escrituras. En el momento culminante del encuentro, Jesús parte para nosotros el «pan de vida». Muchas veces durante su pontificado el Papa Juan Pablo II ha invitado a la Iglesia a reflexionar sobre la santa Eucaristía, siguiendo la enseñanza de los Padres de la Iglesia, de los concilios ecuménicos y de sus predecesores. Lo hizo en particular el año pasado en la carta encíclica «Ecclesia de Eucharistia». Esta carta apostólica invita a la Iglesia a retomar esa encíclica. El Santo Padre menciona dos acontecimientos principales que iluminan y marcan el inicio y el final del Año de la Eucaristía: el 48 Congreso Eucarístico Internacional, que se celebrará en Guadalajara (México), la próxima semana del 10 al 17 de octubre, y la undécima asamblea general del sínodo de los obispos, que se desarrollará en el Vaticano del 2 al 29 de octubre de 2005. Incluye también la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Colonia del 16 al 21 de agosto de 2005. El Santo Padre confía la celebración del Año de la Eucaristía a la atención pastoral de los obispos. La profundidad del misterio eucarístico es tal que el Año de la Eucaristía no sólo no interfiere con los programas pastorales de cada iglesia particular o diócesis, sino que más bien los ilumina eficazmente. El misterio eucarístico es la raíz, el fundamento y el secreto de la vida espiritual de cada discípulo de Cristo, así como de toda iniciativa de la Iglesia local. Por tanto, se trata de acentuar la dimensión eucarística en estas iniciativas o programas pastorales. Capítulo
I: En el surco del Vaticano II y del Jubileo
Juan Pablo II desarrolló este tema en su primera encíclica, la «Redemptor hominis». Lo retomó después en la «Tertio Millennio adveniente», en 1994, para preparar a la Iglesia al gran jubileo del año 2000. En este documento, dijo que el Jubileo habría sido un año «intensamente eucarístico» (n. 55). Este hilo conductor eucarístico continúa en otros documentos, como en la «Dies Domini» y especialmente en la «Novo Millennio ineunte», la carta apostólica «programática» para el tercer milenio, y en la «Rosarium Virginis Mariae», la carta apostólica con la que se inauguró el Año del Rosario, el 16 de octubre de 2002. En el corazón de ese año el Santo Padre nos dio esa perla de encíclica, la «Ecclesia de Eucharistia», firmada el 17 de abril de 2003 en la solemne celebración de la «misa de la Cena del Señor» del Jueves Santo [...]. Capítulo
II: La Eucaristía, misterio de luz La santa Eucaristía es un banquete. Pero eso es ante todo y profundamente un banquete de sacrificio: anunciamos la muerte del Señor; proclamamos su resurrección y esperamos su venida en la gloria. La Eucaristía es Cristo real y sustancialmente presente. Este misterio tiene que celebrarse con gran fe, según las normas litúrgicas establecidas. El Año de la Eucaristía que va a comenzar es un tiempo propicio para estudiar con atención la «Institutio Generalis», es decir, el ordenamiento general del Misal Romano en la tercera «Editio typica» y alimentar a los fieles con una rica catequesis. La manera en que celebramos la misa tiene que manifestar nuestra conciencia viva de la presencia real de Cristo. No hay que olvidar los momentos de silencio. Largos períodos de adoración de Jesús presente en el tabernáculo demostrarán nuestro amor por él. La adoración del Santísimo Sacramento fuera de la misa tiene que ser este año un compromiso especial de las parroquias y de las comunidades religiosas. En particular, hay que acentuar la reparación, la contemplación, la meditación bíblica y cristocéntrica. La solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo debe ser celebrada también con la procesión, como una proclamación de nuestra fe eucarística. Capítulo
III: Eucaristía, manantial y manifestación de comunión
La Eucaristía manifiesta también la comunión eclesial y llama a los miembros de la Iglesia a compartir sus bienes espirituales y materiales. Esta comunión eclesial se manifiesta espléndidamente en el obispo que celebra con su presbiterio en la iglesia catedral, con la participación plena del pueblo de Dios. En este año de la Eucaristía habrá que prestar particular importancia a la misa dominical en la parroquia. Capítulo
IV: Eucaristía, principio y proyecto de misión Conclusión
Corresponde a los pastores de las iglesias locales elaborar iniciativas específicas. La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ofrecerá sugerencias útiles y propuestas. El Santo Padre no pide que se hagan cosas extraordinarias, sino más bien que todas las iniciativas estén caracterizadas por una gran profundidad espiritual. Hay que dar prioridad a la misa dominical y a la adoración eucarística fuera de la misa. El Papa exhorta a todos los miembros de la Iglesia --obispos, sacerdotes y otros ministros, seminaristas, consagrados, fieles laicos, en particular a los jóvenes-- que hagan lo que les corresponde a favor del éxito de este año eucarístico. Pide a la Virgen María, a la que mira como su modelo, que sea imitada también en su relación con este santísimo misterio. Mientras la Iglesia entra en el Año de la Eucaristía, en esta bella carta apostólica «Mane nobiscum Domine», firmada el 7 de octubre de 2004, encontramos nuestra guía, la lámpara que nos ilumina, nuestra estrella, el aliento y la guía en nuestro camino. |
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