Jóvenes y publicidad

Discurso que Juan Pablo II dirigió este lunes en el Aula Pablo VI a los miles de jóvenes universitarios que participaron en el encuentro internacional «UNIV 2004» sobre el tema «Proyectar la cultura: el lenguaje de la publicidad».

Ciudad del Vaticano, 5 de abril de 2004.

        ¡Queridos jóvenes!

        1. Estoy contento de recibiros también este año, y doy a cada uno mi más cordial bienvenida. Procedentes de distintos países y de múltiples universidades, habéis venido a Roma para vivir juntos la Semana Santa y para participar en el Encuentro Internacional UNIV. De este modo tenéis la oportunidad de intercambiar las experiencias que habéis adquirido, participando en las actividades de formación cristiana que la Prelatura del Opus Dei promueve en vuestras respectivas ciudades y naciones.

        Os saludo con afecto, y saludo también a quienes os han acompañado, así como a los sacerdotes que os dirigen espiritualmente. Ayer, Domingo de Ramos, oíamos resonar estas palabras en la plaza de San Pedro «Queremos ver a Jesús». Son las palabras que constituyen el tema del Mensaje que he querido dirigir a los jóvenes del mundo entero con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud.

        Queridísimos, ¡que nunca se apague el deseo de ver a Cristo en lo más profundo de vuestro corazón! Sabed superar las emociones superficiales, resistiendo a las seducciones de los placeres y a las ambiciones del egoísmo y de la comodidad.

        2. En vuestro Congreso Internacional estáis afrontando una temática de grande actualidad: «Proyectar la cultura: el lenguaje de la publicidad». Es necesario saber usar lenguajes adecuados para transmitir mensajes positivos, y para dar a conocer de modo atractivo ideales e iniciativas nobles. Asimismo, es imprescindible discernir cuáles son los límites y las insidias de los lenguajes que nos proponen los medios de comunicación social. A veces, los anuncios publicitarios ofrecen una visión superficial e inadecuada de la vida, de la persona, de la familia y de la moralidad.

        3. Para llevar a cabo esta comprometida misión hay que seguir a Jesús de cerca, con la ayuda de la oración y la contemplación. Además, ser sus amigos en el mundo en el que vivimos exige el esfuerzo de ir contracorriente. ¡Que en la universidad, en la escuela y en los lugares en que os encontréis no tengáis miedo de ser anticonformistas cuando sea necesario! Os invito de modo especial a difundir la visión cristiana de la virtud de la pureza, sabiendo mostrar a vuestros coetáneos que ésta «nace del amor» y que, «para el amor limpio, no son obstáculos la robustez y la alegría de la juventud» (san Josemaría Escrivá de Balaguer, «Es Cristo que pasa», 40, 6).

        4. Queridos jóvenes del UNIV: sed levadura de esperanza en este mundo que busca a Jesús a veces sin saberlo. En uno de nuestros primeros encuentros dirigí a vuestros amigos un desafío: «Si el hombre ... camina a lado de Dios, es capaz de cambiar el mundo» (Cf. Discurso al UNIV, en: «L’Osservatore Romano», [13-IV-1982], 1, 3). Lo repito a vosotros también hoy: para mejorar el mundo, esforzaos sobre todo por cambiar vosotros mismos mediante el recurso al sacramento de la Penitencia y la identificación íntima con Cristo en la Eucaristía.

        A María, que no deja jamás de contemplar el rostro de su hijo Jesús, confío a cada uno de vosotros y a vuestras familias. Invoco sobre todos vosotros la protección de san Josemaría y la de todos los santos de vuestras tierras, y os bendigo de corazón.