Mensaje del Papa Juan Pablo II al VIII Foro Internacional de los Jóvenes

Intervención de Juan Pablo II sobre el tema «Los jóvenes y la universidad: testimoniar a Cristo en el ambiente universitario», en el Foro Internacional que se celebra en Rocca di Papa (Roma) del 31 de marzo al 4 de abril, por iniciativa del Consejo Pontificio para los Laicos.

Ciudad del Vaticano, 31 de marzoo de 2004.

 


        1. Ante todo quiero enviaros mi cordial saludo a todos vosotros, queridos estudiantes, que os reunís estos días en Rocca di Papa para participar en el VIII Foro Internacional de los Jóvenes sobre el tema «Los jóvenes y la universidad: testimoniar a Cristo en el ambiente universitario». Vuestra presencia es para mí un motivo de gran alegría, pues es un testimonio luminoso del rostro universal y siempre joven de la Iglesia. Provenís, de hecho, de los cinco continentes y representáis a más de 80 países y 30 movimientos, asociaciones y comunidades internacionales. Quisiera saludar a los rectores y docentes universitarios presentes en el Foro, así como a los obispos, sacerdotes y laicos comprometidos en la pastoral universitaria, que en estos días acompañarán a los jóvenes en su reflexión.

        Deseo expresar mi más sentido aprecio a monseñor Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, y a todos sus colaboradores, por la realización de esta acertada iniciativa. Mantengo vivo el recuerdo de las precedentes ediciones del Foro, organizadas en concomitancia con las celebraciones internacionales de la Jornada Mundial de las Juventud. Este año se ha decidido renovar la fórmula, dándole un espacio más definido y acentuando su dimensión formativa, a través de la elección de un tema específico, con la intención de profundizar un aspecto concreto de la vida de los jóvenes. La temática de este encuentro es de gran actualidad y responde a una necesidad real. Me alegra el que todos estos jóvenes, provenientes de culturas tan ricas y diferentes, se hayan reunido en Rocca di Papa para reflexionar juntos, para compartir sus propias experiencias, para infundirse mutuamente el valor de testimoniar a Cristo en el ambiente universitario.

        2. En nuestra época es importante redescubrir el lazo que une a la Iglesia con la universidad. La Iglesia, de hecho, no sólo tuvo un papel decisivo en la institución de las primeras universidades, sino que ha sido durante los siglos fragua de cultura, y hoy sigue siéndolo a través de las universidades católicas y de las diferentes formas de presencia en el amplio mundo universitario. La Iglesia ve en la universidad uno de «esos lugares de trabajo, en los que la vocación del hombre al conocimiento, al igual que el lazo constitutivo de la humanidad con la verdad como fin del conocimiento, se convierten en una realidad cotidiana» para muchos profesores, jóvenes, investigadores y multitudes de estudiantes (Discurso de Juan Pablo II a la UNESCO, n. 19: in «Insegnamenti», III/1 1980, pp. 1650 s.).

        Queridos estudiantes, en la universidad no sólo sois destinatarios de servicios, sino que sois los verdaderos protagonistas de las actividades que en ella se desarrollan. El período de los estudios universitarios constituye una frase fundamental de vuestra existencia, en la que os preparáis para asumir la responsabilidad de opciones decisivas que orientarán todo vuestro futuro. Por este motivo, es necesario que afrontéis el itinerario universitario con una actitud de búsqueda de las respuestas adecuadas a las preguntas esenciales sobre el significado de la vida, sobre la felicidad, y sobre la plena realización del hombre, sobre la belleza como esplendor de la verdad.

        Afortunadamente, hoy se ha debilitado mucho el influjo de las ideologías y de las utopías fomentadas por ese ateísmo mesiánico que tanta influencia tuvieron en el pasado en muchos ambientes universitarios. Si embargo, no faltan corrientes de pensamiento que reducen únicamente la razón al horizonte de la ciencia experimental y de los conocimientos técnicos e instrumentales, para encerrarla en ocasiones en una visión escéptica y nihilista. Estos intentos de huir de la pregunta por el sentido profundo de la existencia, además de ser inútiles, pueden llegar a ser peligrosos.

        3. A través del don de la fe nos hemos encontrado con Aquél que se nos presenta con esas palabras sorprendentes: «Yo soy la verdad» (Juan 14, 6). ¡Jesús es la verdad del cosmos y de la historia, el sentido y el destino de la existencia humana, el fundamento de toda realidad! A vosotros, que habéis acogido esta Verdad como vocación y certeza de vuestra vida, os corresponde demostrar su carácter razonable en el ambiente y en el trabajo universitario. Surge, por tanto, la pregunta: ¿hasta qué punto incide la verdad de Cristo en vuestros estudios, en la investigación, en el conocimiento de la realidad, en la formación integral de la persona? Puede suceder que algunos de los que se profesan cristianos, en las universidades, se comporten de hecho como si Dios no existiera. El cristianismo no es una mera preferencia religiosa subjetiva, en último sentido irracional, relegada al ámbito privado. En cuanto cristianos, tenemos el deber de testimoniar lo que afirma el Concilio Vaticano II en la «Gaudium et spes»: «La fe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre toda la vocación del hombre. Por ello orienta la menta hacia soluciones plenamente humanas» (n. 11). Tenemos que demostrar que la fe y la razón no son inconciliables, es más, «la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad» (Cf. «Fides et ratio», introducción).

        4. ¡Amigos jóvenes! Vosotros sois los discípulos y los testigos de Cristo en la universidad. Que el período de la universidad sea para todos vosotros, por tanto, un período de gran maduración espiritual e intelectual, que os lleve a profundizar en vuestra relación personal con Cristo. Pero si vuestra fe depende únicamente de fragmentos de tradición, de buenos sentimientos o de una genérica ideología religiosa, no seréis capaces de aguantar el impacto con el ambiente. Tratad, por tanto, de permanecer firmes en vuestra identidad cristiana y de arraigaros en la comunión eclesial. Alimentaos, por este motivo, de la oración asidua. Escoged, cuando sea posible, buenos maestros universitarios. No os quedéis aislados en ambientes que con frecuencia son difíciles, sino más bien participad activamente en la vida de las asociaciones, de los movimientos y de las comunidades eclesiales que actúan en el ámbito universitario. Acercaos a las parroquias universitarias y dejaos ayudar por las capellanías. Hay que edificar la Iglesia en la Universidad, es decir, una comunidad visible que cree, que reza, que da razón de la esperanza y que acoge en la caridad todo rastro de bien, de verdad y de belleza presente en la vida universitaria. Vivid todo esto no sólo dentro del campus universitario, sino también allí donde están y se encuentran los estudiantes. Estoy seguro de que los pastores prestarán una atención particular a los ambientes universitarios y destinarán a esta misión sacerdotes santos y competentes.

        5. Queridos participantes en el VIII Foro Internacional de los Jóvenes, estoy muy contento de saber que estaréis presentes en la Plaza de San Pedro el jueves próximo, en el encuentro con los jóvenes de la diócesis de Roma, y el domingo en la Misa de Ramos, cuando celebraremos juntos la XIX Jornada Mundial de la Juventud sobre el tema: «Queremos ver a Jesús» (Juan 12, 21). Será la última etapa de preparación espiritual para la gran cita de Colonia en 2005. No es suficiente «hablar» de Jesús a los jóvenes universitarios: hay que hacer que lo «vean» a través del testimonio elocuente de la vida (Cf. «Novo millennio ineunte», 16). Os deseo que este encuentro en Roma contribuya a fortalecer vuestro amor por la Iglesia universal y vuestro compromiso al servicio del mundo universitario. Cuento con cada uno y cada una de vosotros para transmitir a vuestras Iglesias locales y a vuestros grupos eclesiales la riqueza que estáis recibiendo en estas intensas jornadas.

        Al invocar la protección de la Virgen María, Trono de la Sabiduría, para vuestro camino, os imparto de corazón una especial bendición apostólica a vosotros y, junto a vosotros, a los estudiantes, rectores, profesores, capellanes, y personal administrativo, que componen la gran «comunidad universitaria».

        Desde el Vaticano el Vaticano, 25 de Marzo de 2004.

        IOANNES PAULUS II