Mensaje de Juan Pablo II a empresarios cristianos
Ciudad del Vaticano, 5 de marzo de 2004. |
El imperio absoluto de Dios | A
mi venerado hermano cardenal Renato Raffaele Martino, presidente del Consejo Pontificio de la Justicia y la Paz He tenido la alegría de ser informado de la conferencia «El empresario, responsabilidad social y globalización» que se reúne en estos días bajo los auspicios del Consejo Pontificio de la Justicia y de la Unión Internacional de Empresarios Cristianos (UNIAPAC). Le pido por favor que haga llegar a todos los presentes mis cordiales saludos y mis mejores deseos. Confío en que la Conferencia sea fuente de inspiración y de renovado compromiso para los líderes empresarios cristianos en sus esfuerzos por testimoniar los valores del Reino de Cristo en el mundo del comercio. Su trabajo se arraiga, de hecho, en ese dominio y administración que Dios ha confiado al hombre sobre la tierra (Cf. Génesis 1, 28) y encuentra una expresión particular en la promoción de iniciativas económicas creativas que tienen un enorme potencial benéfico para los demás y para elevar su nivel de vida material. «Ya que ninguna actividad humana, ni siquiera en el orden temporal, puede sustraerse al imperio de Dios» («Lumen Gentium», 36), los cristianos con responsabilidades en el mundo de los negocios tienen el desafío de armonizar la legítima búsqueda del beneficio con una más profunda preocupación por promover la solidaridad y la eliminación del azote de la pobreza, que sigue afligiendo a tantos miembros de la familia humana. |
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Principios éticos necesarios | La conferencia actual tiene lugar en momentos en los que el sector financiero y económico está tomando paulatinamente conciencia de la necesidad de profundos comportamientos éticos que aseguren que la actividad empresarial sea sensible a sus dimensiones fundamentales humanas y sociales. Dado que la búsqueda del beneficio no es el único objetivo de esta actividad, el Evangelio desafía a respetar tanto la dignidad y la creatividad de su empleados y clientes como las exigencias del bien común. A nivel personal, están llamados a desarrollar importantes virtudes como «la diligencia, la laboriosidad, la prudencia en asumir los riesgos razonables, la fiabilidad y la lealtad en las relaciones interpersonales, la resolución de ánimo en la ejecución de decisiones difíciles y dolorosas» («Centesimus Annus», 32). En un mundo tentado por el consumismo y el materialismo, los ejecutivos cristianos están llamados a afirmar la prioridad del «ser» sobre el «tener». | |
La verdad cristiana en el trasfondo | Entre
las importantes cuestiones éticas que afronta en estos momentos
el mundo de los negocios, se encuentran las ligadas al impacto del marketing
global y de la publicidad en las culturas y valores de los diferentes
pueblos y países. Una sana globalización, llevada a cabo
en el respeto de los valores de las diferentes naciones y grupos étnicos,
puede contribuir significativamente a la unidad de la familia humana y
puede permitir formas de cooperación que no son sólo económicas
sino también sociales y culturales. La globalización tiene
que convertirse en algo más que en un sinónimo de la absoluta
relativización de los valores y de la homogeneización de
los estilos de vida y culturas. Para que esto suceda, los líderes,
incluidos los de la esfera comercial, tienen el desafío de testimoniar
el poder liberador y transformador de la verdad cristiana, que nos inspira
a poner nuestros talentos, nuestras capacidades intelectuales, nuestras
posibilidades persuasivas, nuestra experiencia y nuestras habilidades
al servicio de Dios, de nuestro prójimo, y del bien común
de la familia humana.
Con estos sentimientos, les manifiesto mis oraciones por el éxito de las deliberaciones de la conferencia e invoco para todos las bendiciones divinas de sabiduría, alegría y paz. Vaticano, 3 de marzo de 2004 IOANNES PAULUS II |
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