|
Beatitud; queridos hermanos en el episcopado:
1. Os acojo con gran alegría a vosotros, que
venís a realizar vuestra visita ad limina, yendo a rezar ante
las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo, testigos unidos
por la fidelidad a Cristo hasta el derramamiento de su sangre, y viniendo
a manifestar vuestra comunión con el Sucesor de Pedro. Agradezco
a vuestro patriarca, Su Beatitud el cardenal Stéphanos II Ghattas,
sus amables palabras, que me permiten compartir vuestras alegrías,
vuestras dificultades y vuestras esperanzas de pastores. Me alegra saludar
en particular a aquellos de entre vosotros que participan por primera
vez en esta rica experiencia de comunión en la fe y en el servicio
al Señor. Junto con vosotros, doy gracias a Dios por todas las
comunidades cristianas de Egipto, herederas del primer anuncio del Evangelio
realizado por san Marcos, y recuerdo con alegría y emoción
mi peregrinación jubilar a El Cairo y al monasterio de Santa
Catalina, al pie del monte Sinaí. Allí se comprende mejor
el arraigo singular de la revelación cristiana en aquella región
del mundo y su vínculo intrínseco con el primer Testamento.
Compartir
con todos el tesoro de la fe
2. Al comienzo de nuestro
encuentro, quiero animaros en vuestra misión específica
de pastores. Por la ordenación sacramental, sois obispos, sucesores
de los Apóstoles y primeros responsables, juntamente con el Sucesor
de Pedro, del anuncio de la buena nueva al mundo entero. Conozco el
gran interés que tenéis por hacer de las comunidades cristianas
confiadas a vosotros comunidades vivas, que sean verdaderos testigos
del Evangelio "con obras y según la verdad", como nos
invita a hacer el apóstol san Juan ( 1 Jn 3, 18). En el seno
de la sociedad egipcia, tan rica en historia y cultura, y fuertemente
marcada por la presencia del islam, sabéis que el testimonio
más importante es el de la vida diaria, centrada en el doble
mandamiento del amor a Dios y el amor al prójimo. Juntamente
con los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, y con todos los
laicos que viven en medio del mundo, queréis testimoniar ante
todos la grandeza y la belleza de la vida humana, llamada a servir a
la gloria de su Creador y a compartirla un día en la alegría
del mundo futuro. Al inicio del tercer milenio, el campo de la misión
está ampliamente abierto para la Iglesia, que quiere ser la voz
de los pequeños y los pobres, que quiere oír la llamada
de todos los que aspiran a la paz, que quiere acoger a los refugiados
que no tienen país ni hogar, y ponerse así al servicio
de la verdadera dignidad de todo hombre.
Deseáis legítimamente que la Iglesia en
Egipto se abra a la universalidad, unida a la comunión eclesial,
anhelando dar y recibir, en un intercambio permanente, el tesoro común
de la fe. Os aliento vivamente a proseguir el trabajo fraterno que se
lleva a cabo en el seno de la asamblea de los obispos católicos
de Egipto, cuando os reunís obispos de ritos diferentes para
ayudaros mutuamente en el cumplimiento de vuestras responsabilidades
de pastores y para fortalecer juntos los vínculos de la auténtica
unidad católica. Sabed que el Papa os acompaña en esta
noble tarea de colaboración fraterna, que sirve al bien de todos
vuestros fieles, y que expresa y construye la comunión eclesial.
La
caridad pastoral de los sacerdotes
3. Los sacerdotes son
vuestros primeros colaboradores en el ministerio, y sé que apreciáis
su trabajo pastoral y su disponibilidad al servicio de sus hermanos.
A menudo están muy dedicados a una pastoral de cercanía
a los fieles, que los convierte en padres de sus comunidades, al preocuparse
de visitar a las familias, compartir sus dificultades y esperanzas,
y sostenerlas en su vida diaria. Aseguradles la viva gratitud del Papa
por el hermoso testimonio de su caridad pastoral. Impulsadlos a seguir
formándose mediante el estudio de la palabra de Dios y la contemplación
de los misterios de la fe, sabiendo utilizar los medios que el magisterio
de la Iglesia universal ha puesto a disposición de todos, en
especial el Catecismo de la Iglesia católica. Con cursos de formación
permanente adaptados, ayudadles a conocer mejor el mundo contemporáneo,
que se caracteriza por intercambios cada vez más numerosos e
incesantes, para que comprendan mejor sus dificultades y sus expectativas,
y encuentren medios nuevos para anunciarle a Cristo. Mediante su ministerio
sacramental, centrado en la Eucaristía, que da vida a la Iglesia
(cf. Ecclesia de Eucharistia, 21), pero también mediante una
vida de oración personal, marcada por el Oficio divino, que es
la oración de la Iglesia, y alimentada con los encuentros que
suscita el ministerio pastoral, han de ser, a ejemplo de Cristo, los
intercesores de toda la comunidad ante Dios. Junto con vosotros, deseo
que todos los sacerdotes tengan condiciones de vida dignas y sobrias,
y gocen, en la medida de lo posible, de la misma protección y
asistencia en el campo social, a pesar de las diferencias de bienes
económicos que pueden existir entre vuestras diócesis
y que os exhorto a compensar por medio de la comunión fraterna.
Abundancia
de vocaciones
4. Vuestra Iglesia tiene
la suerte de contar con un número suficiente de sacerdotes y
de poder ordenar otros cada año, gracias a las vocaciones aún
numerosas y al trabajo realizado por el seminario mayor de Maadi. Quiero
dar las gracias al equipo de formadores, al que invito a proseguir con
celo y devoción su trabajo de discernimiento y preparación
de los futuros pastores, para el bien de todas las Iglesias católicas
de Egipto, puesto que el seminario es interdiocesano e interritual.
Sé que también os esforzáis por poner en práctica,
en todas vuestras eparquías, una verdadera pastoral de las vocaciones,
que asegurará en el futuro la permanencia de la llamada del Señor
y de la Iglesia en medio de los jóvenes, no sólo por lo
que concierne a las vocaciones de los sacerdotes diocesanos, pastores
indispensables del pueblo cristiano, sino también por lo que
respecta a las vocaciones a la vida consagrada, tanto masculina como
femenina. En la Iglesia universal, muchos países sufren actualmente
una crisis duradera de vocaciones y la falta de sacerdotes. Por eso,
los que, gracias a Dios, no sufren esa crisis deben cultivar con esmero
este bien precioso del Señor para su Iglesia y, quizá
también, prepararse para compartirlo, participando en la misión
en otras Iglesias de otras tierras.
Sólida
formación cristiana de los jóvenes
5. Como me gusta afirmar
a menudo, los jóvenes son el futuro de la Iglesia, y esto es
especialmente verdad en vuestro país, rico ante todo por su juventud.
Por tanto, se les debe ayudar a prepararse para sus responsabilidades
futuras mediante una educación adecuada. La escuela católica,
con su gran experiencia, se dedica a ello de una manera muy particular,
proporcionando a las jóvenes generaciones una formación
humana equilibrada y sana, capaz de darles puntos de referencia duraderos,
sobre todo en el campo moral. Debe asegurarles también una formación
cristiana sólida, fiel al espíritu y a las normas de la
enseñanza catequística preparada por los obispos, que
son los primeros responsables de ella, como lo son igualmente de la
escuela católica misma. También las parroquias y las diócesis,
en su ámbito, pueden proponer a los jóvenes cristianos
programas de formación catequística, moral y espiritual,
que les permitan profundizar de modo adecuado en su fe personal y los
impulsen a ir más lejos en sus compromisos.
El
testimonio específico de los religiosos
6. La importancia de
las religiosas y los religiosos en vuestras diócesis es considerable,
ante todo por el testimonio específico que dan de la prioridad
del amor de Dios en toda vida cristiana, a través de la profesión
de los consejos evangélicos, que los consagran totalmente al
Señor. Su participación activa en la pastoral de vuestras
diócesis no es menos valiosa, sobre todo en las escuelas católicas,
en las parroquias, en el campo de la salud y de las obras caritativas
y sociales, pero también en los campos más específicos
de la investigación teológica, la pastoral de la cultura
y el diálogo interreligioso. Les doy vivamente las gracias por
ello, y me complace la excelente colaboración que caracteriza
las relaciones entre vuestras diócesis y las congregaciones y
los institutos religiosos que son acogidos en ellas para el bien de
todos. Saludo, en particular, a las comunidades de religiosas, a menudo
pequeñas y esparcidas en vastos territorios, dado que quieren
asegurar al pueblo cristiano el apoyo de su oración y la asistencia
de su trabajo apostólico, en las escuelas o en los dispensarios
que ponen a disposición de la población, sin ninguna distinción
de raza o religión, manifestando así el carácter
universal del amor de Cristo. Necesitan también todo vuestro
apoyo para continuar creciendo espiritualmente en el amor al Señor,
mediante la oración, la escucha de la palabra de Dios y el servicio
humilde y atento a sus hermanos.
Promoción
de la mujer
7. La Iglesia católica
que está en Egipto no reivindica para sí misma ninguna
ventaja particular, sino sólo el derecho de poder vivir, en el
seno de la nación, de la gracia que el Señor le ha hecho
al llamarla a su servicio. Me complace el importante trabajo que la
Iglesia católica realiza dentro de la sociedad egipcia en el
campo socio-educativo, al servicio de la promoción de la mujer,
de la asistencia a la maternidad y a la infancia, y de la lucha contra
el analfabetismo, contribuyendo así al desarrollo del país.
Os exhorto a mantener buenas relaciones con los hermanos
cristianos de otras confesiones, en especial con la Iglesia copta ortodoxa,
y a promover, por lo que os concierne, el espíritu de un auténtico
diálogo ecuménico. No os desaniméis ante las dificultades
presentes o futuras; al contrario, mantened firme el deseo de ser fieles
al mandato del Señor: "Como yo os he amado, así amaos
también vosotros los unos a los otros" (Jn 13, 34), conscientes
de que los vínculos de la caridad fraterna no impiden actuar
en conformidad con la verdad y la justicia, sino que, al contrario,
lo exigen.
El diálogo con el islam es especialmente importante
en vuestro país, donde es la religión de la mayoría
de los habitantes, pero reviste también un carácter ejemplar
para el diálogo entre las grandes religiones del mundo, particularmente
necesario después de los trágicos hechos vinculados al
terrorismo, que han marcado el comienzo del tercer milenio y que la
opinión pública puede sentir la tentación de achacar
a causas de origen religioso. Quiero recordar cuán esencial es
que las religiones del mundo aúnen sus esfuerzos para denunciar
el terrorismo y para trabajar juntas al servicio de la justicia, de
la paz y de la fraternidad entre los hombres.
8. Por intercesión del evangelista san Marcos,
invoco sobre vosotros la protección materna de la Virgen María,
tan venerada entre los cristianos de Egipto, y pido al Señor
que os colme de los dones de su Espíritu. "Apacentad la
grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados,
sino voluntariamente, según Dios; no por mezquino afán
de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que os ha
tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey" (1 P 5, 2-3). Queridos
hermanos en el episcopado, llevad a todos vuestros fieles el cordial
saludo y el aliento paterno del Sucesor de Pedro. A todos imparto una
afectuosa bendición apostólica.
|