MONASTERIO NTRA. SRA. DE LA PIEDAD

Testimonio vocacional de
Sor María de Nazaret, O.P.

 

 

Sor María de Nazaret, O.P. C/ Pastores, nº 1 34005 PALENCIA
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El Camino Neocatecumenal y las Jornadas de la Juventud

        La Paz de Cristo Resucitado esté con todas vosotras.

         Me llamo Sor María de Nazaret, y soy una monja dominica que descubrí mi vocación en el Camino Neocatecumenal; desde que entré en el Monasterio me han invitado a contar mi experiencia para que ayudase a otras chicas que pudieran encontrarse en una situación parecida.

        Entré en el Camino muy joven, recién cumplidos los 14 años. Mis padres llevaban caminando dos años, en la misma parroquia, pero en distinta comunidad. Desde el principio me gustó mucho el Camino, sobre todo las Eucaristías, tan participadas y al alcance de todos; pero también las celebraciones de la Palabra y las Convivencias me llenaban de alegría. En muchas ocasiones palpaba al Señor compartiendo esta experiencia con otros hermanos, que también hablaban en sus ecos de sentir su presencia, hasta físicamente, en los quehaceres de la vida.

        Siempre asocié la búsqueda de mi vocación a las Peregrinaciones en las que el Papa convocaba a los jóvenes. La primera en la que tomé parte fue a Santiago de Compostela, en el año 89. Por entonces tenía 19 años y tenía el 2º escrutinio abierto; todavía no conocía mi vocación. Quería ser itinerante y tenía mucho miedo a que el Señor me llamase para ser monja, pues ni siquiera esta palabra me gustaba. Me llamó la atención que Kiko dijera que no veía por el momento necesidad de fundar una nueva congregación en la Iglesia, porque en cualquiera de las existentes puede santificarse una mujer de hoy. Yo, por si acaso, seguí esperando y continué mi vida cotidiana con los estudios, amigos, y trabajillos que salían al paso, pues no me faltaba de nada.

Una breve experiencia

        El verano siguiente pasé por Palencia, de regreso de mis vacaciones con unos hermanos de la Comunidad, y nos encontramos con dos monjas dominicas que nos invitaron a asistir a la toma de hábito de una novicia. Al principio no iba a ir, pero por fin me decidí, y me presenté sola y temblando de miedo. Después de conocer a la Maestra de Novicias la pedí hacer una experiencia sin saber lo que decía, pues ni siquiera se lo había consultado a mis catequistas, y mucho menos a mis padres, que ya empezaban a sospechar.

         Durante la experiencia hubo momentos de todo, pero el Señor algo selló en mi corazón, que me incitaba a volver. Eso de entregar mi vida a la alabanza "con salmos, himnos, y cánticos inspirados" recordando continuamente la Liturgia que celebramos, por las numerosas veces que asistíamos al Coro me llenaba de alegría. Pero todavía no veía con claridad que ése fuera mi lugar.

         Cuando se lo conté a mis catequistas me invitaron a ir a Polonia. Yo no quería, ni siquiera tenía dinero. Esta "excusa" no me sirvió de nada, porque el Señor fue tan generoso conmigo que me puso un trabajo en bandeja. Allí me levanté por primera vez, aunque mis sueños de casarme, formar una familia numerosa y marchar a la itinerancia, continuaban vivos.

De la mano de la Virgen

        Pasó otro año y conocí a las Hermanitas de Belén, con las que pasé el mes de Agosto en su Monasterio de Grenoble. Por entonces ya quería ser sólo para el Señor. Y llegó la peregrinación a Denver. Confié en que el Señor me aclararía el lugar donde quería que le amase más. Allí volví a levantarme, y los catequistas me invitaron a dar el paso definitivo.

        María fue la que me llevó de su mano hasta el Monasterio palentino. Durante la vigilia de la Inmaculada di un eco, no sabía bien lo que decía, pero la comunidad de hermanas dominicas con la que celebraba sí lo sabía. Veían que el Señor me había tocado el corazón, aunque yo seguía con mis dudas: quería tener toda la seguridad, todo contado, medido y pesado. Pero la vida del Espíritu no es así. Sin darme cuenta, el Señor fue allanando los caminos para dejar la carrera sin terminar, a mis padres y hermanas, a mis amigos, y al Camino Neocatecumenal, que tanto quería, y al que ahora amo más por elevarlo a una dimensión contemplativa.

        Ahora llevo más de 7 años en el Monasterio, y desde mi vocación de contemplativa, cada día amo más a este mundo tan necesitado de Dios y desde aquí animo a que otras tomen la antorcha de su vida sin miedo a abrasarse en el fuego del Espíritu.

        Recibid mi abrazo de hermana en Cristo,

Sor María de Nazaret, O.P.