Un mensaje de consuelo para los enfermos y de esperanza para Irak

Intervención que pronunció Juan Pablo II este domingo a mediodía antes de rezar la oración mariana del «Angelus» junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.

Ciudad del Vaticano, 9 febrero 2003

El amparo de la Virgen

        ¡Queridos hermanos y hermanas!

        1. El próximo 11 de febrero, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, se celebra la Jornada Mundial del Enfermo. Se trata de una ocasión significativa que ayuda a las Comunidades eclesiales a mantener siempre viva la atención por los hermanos y hermanas enfermos y que sufren, y alienta a los agentes sanitarios a entregarse constantemente en su servicio profesional. La coincidencia de esta fecha con la de la aparición de la Virgen de Lourdes hace que aquel lugar, consagrado por la presencia de María, sea el punto de referencia constante de la Jornada del Enfermo. Desde la gruta de Massabielle, María no deja de difundir en el mundo del sufrimiento el constante mensaje de la confianza y de la esperanza.

Servir a quien sufre

        2. Como es sabido, las celebraciones principales de la Jornada se desarrollarán este año en el majestuoso Santuario nacional de la Inmaculada Concepción de Washington, capital de los Estados Unidos de América. Expreso profunda gratitud a quienes han preparado las diferentes actividades de este importante acontecimiento eclesial.

        Dirijo un pensamiento de reconocimiento a los médicos y a los enfermeros, así como a los asistentes sociales, a los voluntarios, a los sacerdotes, a los religiosos, y a las religiosas que trabajan en el amplio campo de la asistencia a los enfermos. Que la Jornada del Enfermo renueve en cada uno el deseo de servir con dedicación a quien sufre, imitando a Jesús, Buen Samaritano de la humanidad.

Rezar el Rosario para la paz

        3. En estos momentos de preocupación internacional, todos sentimos la necesidad de dirigirnos al Señor para implorar el gran don de la paz. Como he constatado en la carta apostólica «Rosarium Virginis Mariae», «las dificultades que presenta el panorama mundial en este comienzo del nuevo milenio nos inducen a pensar que sólo una intervención de lo Alto [...] puede hacer esperar en un futuro menos oscuro» (n. 40). En estos días, tienen lugar en varias partes del mundo numerosas iniciativas de oración. Mientras las aliento de corazón, invito a todos a tomar en sus manos el Rosario para invocar la intercesión de la Virgen Santísima: «No se puede recitar el Rosario sin sentirse implicados en un compromiso concreto de servir a la paz» (ibídem, n. 6).