Eucaristía, una puerta “entre la ciudad de Dios y la ciudad del hombre”
Entre el templo y el camino, entre la fe y la historia.
Ciudad del Vaticano, junio 03, 2018.
El nombre de Dios es Misericordia
Francisco
En Él solo la esperanza
Jorge M. Bergoglio
Mente abierta corazón creyente
Jorge M. Bergoglio

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

        Hoy en muchos países, como Italia, celebramos la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, o, según la expresión latina, del Corpus Domini. El Evangelio nos recuerda las palabras de Jesús, pronunciadas en la Última Cena con sus discípulos: “Tomad, este es mi cuerpo …Esta es mi sangre, la sangre de la Alianza, derramada por la multitud”. (Mc 14,22-24). En virtud de este testamento de amor, la comunidad cristiana se reúne todos los domingos, y todos los días, alrededor de la Eucaristía, sacramento del Sacrificio redentor de Cristo. Y atraídos por su presencia real, los cristianos le adoran y le contemplan a través del humilde signo del pan convertido en su Cuerpo.

        Cada vez que celebramos la Eucaristía, a través de este Sacramento a la vez sobrio y solemne, hacemos la experiencia de la Nueva Alianza, que realiza en plenitud la comunión entre Dios y nosotros. Y en cuanto que participantes de esta Alianza, incluso pequeños y pobres, colaboramos a la edificación de la historia según el proyecto de Dios? Por eso , toda celebración eucarística, en tanto que constituye un acto de culto público a Dios, envía a la vida y a los acontecimientos concretos de nuestra existencia Alimentando nos del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, somos asimilados a Él, recibimos en nosotros su amor, no para guardarlo celosamente, sino para compartirlo con los otros. Es la lógica eucarística. En ella contemplamos a Jesús, pan partido y dado, sangre derramada para nuestra salvación. Es una presencia que, como un fuego, quema, en nosotros las actitudes egoístas, que nos purifica de la tendencia a dar solamente cuando hemos recibido, y que enciende el deseo de hacernos nosotros también, en unión con Jesús, pan partido y sangre derramada para los hermanos.

        Por eso la fiesta del Corpus Domini es un misterio de atracción a Cristo y de transformación en Él. Y es esta escuela de amor concreto, paciente y sacrificado, como Jesús en la cruz. Nos enseña a ser más acogedores y disponibles hacía a aquellos que están en busca de comprensión, de ayuda, de ánimo y que están marginados y solos. La presencia de Jesús vivo en la Eucaristía es como una puerta, una puerta abierta entre el templo y el camino, entre la fe y la historia, entre la ciudad de Dios y la ciudad del hombre.

        Las procesiones del Santísimo Sacramento, que hoy se desarrolla en diferentes países y ciudades, son expresiones de la piedad eucarística popular.

        Yo también esta tarde, Ostia-como lo hizo el bienaventurado Pablo VI hace 50 años- celebraré la Misa, que será seguida por la procesión con el Santísimo Sacramento. Invito a todo el mundo a participar, incluso espiritualmente, por radio y televisión.

        Que la Virgen María nos acompañe en este día.