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Queridos hermanos y hermanas. ¡Buenos días! En el centro de este tercer domingo de Pascua está la experiencia que tuvieron los discípulos del Resucitado. Lo evidencia especialmente el evangelio y nos lleva una vez más al Cenáculo donde Jesús se manifiesta a los apóstoles dirigiéndoles este saludo: Paz a vosotros (Lc 24, 36). Se trata de la paz interior y de la paz que se establece en las relaciones entre las personas. El episodio relatado por el evangelista Lucas insiste mucho en el realismo de la Resurrección, Jesús no es un fantasma. De hecho, no se trata de una aparición del alma de Jesús sino de su presencia real con el cuerpo resucitado. Jesús se da cuenta que sus apóstoles están turbados al verlo, están desconcertados porque la realidad de la Resurrección es para ellos inconcebible. Creen que ven un fantasma; pero Jesús resucitado no es un fantasma, es un hombre con cuerpo y alma y por esto les dice: Mirad mis manos y mis pies: -les enseña las llagas -soy realmente yo .Tocadme y miradme; un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo (v 39). Y porque esto no parece bastar para vencer la incredulidad de los discípulos, el Evangelio dice también algo interesante: era tanta la alegría que tenían dentro que no lo podían creer: ¡No, no es posible!, No puede ser!¡Tanta alegría no es posible!. Entonces Jesús, para convencerles, les dice ¿Tenéis aquí algo para comer? (v 41). Le ofrecieron pescado asado; Jesús lo toma y se lo come delante de ellos, para convencerlos. La insistencia de Jesús sobre la realidad de la Resurrección ilumina la perspectiva cristiana sobre el cuerpo: el cuerpo no es un obstáculo o una prisión del alma, el cuerpo está creado por Dios y el hombre no es completo si no está en unión de cuerpo y alma. Jesús que ha vencido la muerte y ha resucitado en cuerpo y alma nos hace entender que debemos tener una idea positiva de nuestro cuerpo. Puede transformarse en ocasión o instrumento de pecado, pero el pecado no es provocado por el cuerpo sino por nuestra debilidad moral. El cuerpo es un don maravilloso de Dios destinado, en unión con el alma, a expresar en plenitud la imagen y semejanza con Él. Por lo tanto estamos llamados a tener un gran respeto y cuidado de nuestro cuerpo y del de los demás. ¡Toda ofensa, herida o violencia al cuerpo de nuestro prójimo es un ultraje a Dios creador!, Mi pensamiento va en particular a los niños, a las mujeres, a los ancianos maltratados en el cuerpo. En la carne de estas personas encontramos el cuerpo de Cristo. Cristo herido, burlado, calumniado, humillado, flagelado, crucificado. Jesús nos ha enseñado el amor, un amor que en la Resurrección se ha demostrado más poderoso que el pecado y la muerte y quiere rescatar a todos aquellos que experimentan en el propio cuerpo las esclavitudes de nuestros tiempos. En un mundo donde prevalece muchas veces la arrogancia contra los más débiles y el materialismo que sofoca el espíritu, el Evangelio de hoy nos llama a ser personas capaces de mirar en profundidad, llenas de estupor y de alegría grande por haber encontrado al Señor resucitado. Nos llama a ser personas que saben recoger y valorizar la novedad de vida que él siembra en la historia para orientarla hacia los cielos nuevos y la tierra nueva. ¡Que nos sostenga en este camino la Virgen María a cuya intercesión materna nos encomendamos con confianza! | |
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